Buenos Aires, Miércoles 15 de septiembre de 2010.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Florencio Sola)
Sin dudas que al partido no le hacía falta un Laverni. Ni siquiera a la clasificación de Banfield, tener un arbitraje así. Claro, hay que ser sinceros y mucho en la eliminación de Vélez de esta edición de la Copa Sudamericana tuvo que ver Vélez; pero casi sistemáticamente, el juez hizo lo suyo para que la historia se escriba también de esta forma. Culpas repartidas, de las cuales cada uno sabrá que porción es la que más llene el criterio personal.
Atrás habían quedado los noventa minutos en casa, donde el Taladro encontró una ventaja que lo hizo jugar tranquilo y defender ese gol preciado de visitante en un partido en el que Vélez por lo menos había merecido un empate. Mucho más merecido en el Amalfitani que quizás en esta negra noche en el Florencio Sola.
A.L (Antes de Laverni). Acá bien cerquita esta vuelta. Con las ganas de querer revertir ese resultado amargo que te dejó con un sabor a revancha en la boca y buscando un poco de victoria. Pero vamos a apelar a la sinceridad una vez más y reconocer que si bien Vélez arrancó mejor pisado en este encuentro, le faltó la profundidad justa para quebrar la serie estando once contra once en el campo de juego. La chance a Eduardo Berón se diluyó en los buenos intentos que buscó desde su rapidez, pero que escasearon en el peso ofensivo de área. Más que el Churry Cristaldo no estuvo en su noche (no le cobraron un penal en el arranque) y que el fútbol que podían aportar Ricky Álvarez (no le cobraron un penal al final) e Iván Bella se redujo a la mitad de la cancha. Casi sin arco rival. Más aún intensificado, cuando a los quince minutos del partido, una defensa dormida ante una viveza de Walter Erviti para jugar rápido la falta y habilitar a Marcelo Carrusca que se metió entre los centrales solo y tranquilo para enfrentar a Marcelo Barovero y definir alto. Banfield estiraba la ventaja en el global y Vélez era carcelero de sus propios sueños. Ni siquiera con el ingreso de Santiago Silva la cosa iba a cambiar para Vélez, que milagrosamente sobre el final encontraría el gol de la igualdad con Cristaldo tras un tiro en el palo.
D.L. (Después de Laverni). Todo cambió desde un momento con responsabilidades compartidas entre Fernando Ortíz y Saúl Laverni. Primero, que por más falta o no que haya sido, Ortiz no puede ponerse en la postura caprichosa de no acercarse al juez del encuentro cuando éste se lo solicita para confirmar la amarilla que ya había revoleado por el aire del Sur del Gran Buenos Aires. Segundo y por otra parte, Laverni abusó de su autoridad no abalado por el reglamento y en un hecho inédito le sacó la tarjeta roja directa a Ortiz por no querer acercarse dos pasos a recibir la amarilla. Increíble. Desde allí Vélez no sólo quedaba con uno menos numéricamente en el campo de juego; a partir de ese momento Laverni comenzó a sumar y a sumar faltas y amarillas, que terminaron sacando de contexto el partido. Porque sí hay que reconocer que la expulsión de Silva estuvo bien sacada. El Tanque se le puso cara a cara y seguramente un rosario de insultos acompañó el encuentro cercano; pero qué querés que te diga Laverni, daba para eso y más. Porque también estuvo bien expulsado Leandro Somoza por abusar de la pierna fuerte y por haberse hecho amonestar en el primer tiempo por empujar a Ervitti cuando ya no tenía la pelota. Pero Laverni, no se puede ser tan mamarracho dentro de un campo de juego. Laverni, no se puede ser tan evidente en la intencionalidad de los fallos. Porque sin dudas que suena a cargada, minutos después de expulsarlo a Ortiz por no querer acercarse a recibir la amarrilla que salgas corriendo a mostrarle la amarilla a un Gastón Díaz que te daba la espalda. ¿Dónde está el criterio? ¿Cómo se hace para mantener la cabeza fría ante tanto desparpajo? Encima expulsa a Carrusca por la famosa ley de la compensación. Por Dios, Laverni; calificar de mala su actuación sería ser benévolo. Más aún cuando después de realizarse seis variantes, cuatro expulsiones y discusiones de por medio; se adicionan dos minutos de tiempo reglamentario. Pero faltaba la frutilla del postre. El penal sobre la hora de Bologna a Ricky Álvarez cuando Vélez había empatado casi de forma heroica con el gol de Jonatan Cristaldo minutos antes. Alevoso lo suyo, Señor Juez. Patético.
De todas formas, el empate de un Vélez con una vergüenza deportiva tremenda deja un sabor agridulce en el paladar. Como también hay que reconocer que Banfield se resguardó por decisión de su entrenador, aún en el momento que tenía tres jugadores de más en campo. Ver la entrega de Emiliano Papa aún vencido y disminuido, reconforta. Porque Papa fue el abanderado del sacrificio en un Vélez que se despidió de la Copa con la sensación de poco.
Hoy se hace difícil superar este traspié. El tiempo dará vuelta la página internacional para rápidamente ubicarse en el objetivo doméstico, con el choque ante Arsenal del sábado. Pero queda ese gustito salado de la sangre en el ojo y de morder la bronca de una noche para el olvido. También corre para usted, Laverni.
Carlos Alberto Martino
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Florencio Sola)
Sin dudas que al partido no le hacía falta un Laverni. Ni siquiera a la clasificación de Banfield, tener un arbitraje así. Claro, hay que ser sinceros y mucho en la eliminación de Vélez de esta edición de la Copa Sudamericana tuvo que ver Vélez; pero casi sistemáticamente, el juez hizo lo suyo para que la historia se escriba también de esta forma. Culpas repartidas, de las cuales cada uno sabrá que porción es la que más llene el criterio personal.
Atrás habían quedado los noventa minutos en casa, donde el Taladro encontró una ventaja que lo hizo jugar tranquilo y defender ese gol preciado de visitante en un partido en el que Vélez por lo menos había merecido un empate. Mucho más merecido en el Amalfitani que quizás en esta negra noche en el Florencio Sola.
A.L (Antes de Laverni). Acá bien cerquita esta vuelta. Con las ganas de querer revertir ese resultado amargo que te dejó con un sabor a revancha en la boca y buscando un poco de victoria. Pero vamos a apelar a la sinceridad una vez más y reconocer que si bien Vélez arrancó mejor pisado en este encuentro, le faltó la profundidad justa para quebrar la serie estando once contra once en el campo de juego. La chance a Eduardo Berón se diluyó en los buenos intentos que buscó desde su rapidez, pero que escasearon en el peso ofensivo de área. Más que el Churry Cristaldo no estuvo en su noche (no le cobraron un penal en el arranque) y que el fútbol que podían aportar Ricky Álvarez (no le cobraron un penal al final) e Iván Bella se redujo a la mitad de la cancha. Casi sin arco rival. Más aún intensificado, cuando a los quince minutos del partido, una defensa dormida ante una viveza de Walter Erviti para jugar rápido la falta y habilitar a Marcelo Carrusca que se metió entre los centrales solo y tranquilo para enfrentar a Marcelo Barovero y definir alto. Banfield estiraba la ventaja en el global y Vélez era carcelero de sus propios sueños. Ni siquiera con el ingreso de Santiago Silva la cosa iba a cambiar para Vélez, que milagrosamente sobre el final encontraría el gol de la igualdad con Cristaldo tras un tiro en el palo.
D.L. (Después de Laverni). Todo cambió desde un momento con responsabilidades compartidas entre Fernando Ortíz y Saúl Laverni. Primero, que por más falta o no que haya sido, Ortiz no puede ponerse en la postura caprichosa de no acercarse al juez del encuentro cuando éste se lo solicita para confirmar la amarilla que ya había revoleado por el aire del Sur del Gran Buenos Aires. Segundo y por otra parte, Laverni abusó de su autoridad no abalado por el reglamento y en un hecho inédito le sacó la tarjeta roja directa a Ortiz por no querer acercarse dos pasos a recibir la amarilla. Increíble. Desde allí Vélez no sólo quedaba con uno menos numéricamente en el campo de juego; a partir de ese momento Laverni comenzó a sumar y a sumar faltas y amarillas, que terminaron sacando de contexto el partido. Porque sí hay que reconocer que la expulsión de Silva estuvo bien sacada. El Tanque se le puso cara a cara y seguramente un rosario de insultos acompañó el encuentro cercano; pero qué querés que te diga Laverni, daba para eso y más. Porque también estuvo bien expulsado Leandro Somoza por abusar de la pierna fuerte y por haberse hecho amonestar en el primer tiempo por empujar a Ervitti cuando ya no tenía la pelota. Pero Laverni, no se puede ser tan mamarracho dentro de un campo de juego. Laverni, no se puede ser tan evidente en la intencionalidad de los fallos. Porque sin dudas que suena a cargada, minutos después de expulsarlo a Ortiz por no querer acercarse a recibir la amarrilla que salgas corriendo a mostrarle la amarilla a un Gastón Díaz que te daba la espalda. ¿Dónde está el criterio? ¿Cómo se hace para mantener la cabeza fría ante tanto desparpajo? Encima expulsa a Carrusca por la famosa ley de la compensación. Por Dios, Laverni; calificar de mala su actuación sería ser benévolo. Más aún cuando después de realizarse seis variantes, cuatro expulsiones y discusiones de por medio; se adicionan dos minutos de tiempo reglamentario. Pero faltaba la frutilla del postre. El penal sobre la hora de Bologna a Ricky Álvarez cuando Vélez había empatado casi de forma heroica con el gol de Jonatan Cristaldo minutos antes. Alevoso lo suyo, Señor Juez. Patético.
De todas formas, el empate de un Vélez con una vergüenza deportiva tremenda deja un sabor agridulce en el paladar. Como también hay que reconocer que Banfield se resguardó por decisión de su entrenador, aún en el momento que tenía tres jugadores de más en campo. Ver la entrega de Emiliano Papa aún vencido y disminuido, reconforta. Porque Papa fue el abanderado del sacrificio en un Vélez que se despidió de la Copa con la sensación de poco.
Hoy se hace difícil superar este traspié. El tiempo dará vuelta la página internacional para rápidamente ubicarse en el objetivo doméstico, con el choque ante Arsenal del sábado. Pero queda ese gustito salado de la sangre en el ojo y de morder la bronca de una noche para el olvido. También corre para usted, Laverni.
Carlos Alberto Martino
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