Buenos Aires, Jueves 2 de septiembre de 2010.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio José Amalfitani).
Llueve sobre mojado. Si la necesidad de levantar cabeza por Copa para olvidar las penas que ha dejado el último desamor en La Boca; hizo que la noche se termine en una intensa borrachera. Porque tras el duro traspiés del último domingo por el torneo doméstico, se necesitaba una actuación del todo convincente como para acallar las voces, para retomar el camino siempre bueno de la victoria. No ocurrió exactamente esto; es que precisamente uno no termina de definir si éste era el encuentro de la reacción, o el que se jugará en 72 horas.
El equipo de Gareca hacía su presentación por Sudamericana tras haberse ganado la participación sacando cuentas en el pasado semestre. En frente, nada más ni nada menos con el equipo siempre costoso de Julio César Falcioni; que hace un culto del sacrificio y del “todos corremos, todos ponemos”.
El temporal de Santa Rosa, que de santa tiene poco por estos días; le dio el último maquillaje a un choque que se mastica desde hace rato ya y que fue tomando distintas cargas con el correr de los días. Seguramente que para Vélez significaba mucho, más que nada para apostar a alcanzar el título que falta en las vitrinas y de paso cambiar la pálida imagen de días atrás, esta vez en casa. Aunque por primera vez, Ricardo Gareca se tomará hasta el último tiempo para terminar de confirmar la alineación titular, que de hecho presentó algunas variantes necesarias para que tuvieran rodaje los Álvarez, los Cristaldo, los Razzotti, los Díaz. Para que haga su debut Fernando Ortiz, que terminó redondeando una muy buena actuación.
Para Banfield era apostar una vez más a esto de vestirse de internacional, una faceta realmente nueva en su historia; con un equipo bien armado en su estructura vertebral y con ideas sólidas desde su mentor. Un Walter Erviti abanderado de la lucha y del juego. Sí, en ese mismo orden; porque bien paradito delante de sus centrales, el talentoso volante no se ponía colorado para tirarse al piso y ensuciarse la pilcha. Como Víctor López desde su experiencia para ganar todas y cada una de las divididas. Estaba garantizado un buen espectáculo.
Pero nada de lo que uno podía llegar a maquinarse podría ser tan perverso como lo que se terminó plasmando en el campo de juego. El estado del campo de juego (que de todos modos fue impecable) se vio alterado por la gran cantidad de agua que ha caído y cae durante los últimos días. A Vélez desde el principio le costó hacer pie, tanto como a su rival. Fueron muchas las imprecisiones que se dieron cita temprano en el juego. El Taladro buscaba y el Fortín patinaba buscando hacer pie firme en el terreno. Muchos resbalones brindaban una premonición de que el terreno de juego podría jugarle una mala pasada a alguien. Así fue. En una contra del conjunto del Sur, Díaz le pifia al esférico con ayuda de enjabonado terreno que habilitó solo y a la carrera al Chelo Carrusca. El ex Estudiantes con todo el panorama a su disposición se adentró en el área y lo habilitó la Ruso García que se acomodó y hasta amagó para llevar el balón a la red. Banfield se encontraba con la ventaja por un error involuntario que evidenció una pérdida de marcas defensivas.
Más garúa, más te extraño. Desde allí, Gareca y Vélez intentaron buscarle la vuelta a un partido que se complicaba cada vez más; más aún con un Banfield que se replegaba y en el que todos defendían, en el que todos metían sin distinción de puesto. Vélez, mientras y sin fútbol, se debatía en ir a pelear de igual a igual cada balón. Esa entrega de cada jugador no faltó pero cuando no te sale una con la redonda, no te sale hermano y no hay pelea que valga y que se pueda plantear. Entonces Ricky Álvarez no fue productivo como tampoco Iván Bella. Ni que hablar de Augusto Fernández que encima fue reemplazado con una fuerte molestia. Cristaldo como único punta era pan comido para la defensa de López y Dos Santos. Ni así con el ingreso de Santiago Silva al comienzo del segundo tiempo y más tarde el de Moralez y Martínez, Vélez pudo generar serio peligro. Es cierto, Moralez le cambió la cara a Vélez; pero no alcanzó. Parecía que la derrota estaba cerrada y la llave tomaba otro color para la revancha.
La gente despidió al equipo con aplausos y un grito de batalla imponente pensando de cara a lo que será el choque del domingo ante River. “El domingo… cueste lo que cueste… el domingo tenemos que ganar”, rezó la gente sin importar quizás la derrota que se consumaba.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio José Amalfitani).
Llueve sobre mojado. Si la necesidad de levantar cabeza por Copa para olvidar las penas que ha dejado el último desamor en La Boca; hizo que la noche se termine en una intensa borrachera. Porque tras el duro traspiés del último domingo por el torneo doméstico, se necesitaba una actuación del todo convincente como para acallar las voces, para retomar el camino siempre bueno de la victoria. No ocurrió exactamente esto; es que precisamente uno no termina de definir si éste era el encuentro de la reacción, o el que se jugará en 72 horas.
El equipo de Gareca hacía su presentación por Sudamericana tras haberse ganado la participación sacando cuentas en el pasado semestre. En frente, nada más ni nada menos con el equipo siempre costoso de Julio César Falcioni; que hace un culto del sacrificio y del “todos corremos, todos ponemos”.
El temporal de Santa Rosa, que de santa tiene poco por estos días; le dio el último maquillaje a un choque que se mastica desde hace rato ya y que fue tomando distintas cargas con el correr de los días. Seguramente que para Vélez significaba mucho, más que nada para apostar a alcanzar el título que falta en las vitrinas y de paso cambiar la pálida imagen de días atrás, esta vez en casa. Aunque por primera vez, Ricardo Gareca se tomará hasta el último tiempo para terminar de confirmar la alineación titular, que de hecho presentó algunas variantes necesarias para que tuvieran rodaje los Álvarez, los Cristaldo, los Razzotti, los Díaz. Para que haga su debut Fernando Ortiz, que terminó redondeando una muy buena actuación.
Para Banfield era apostar una vez más a esto de vestirse de internacional, una faceta realmente nueva en su historia; con un equipo bien armado en su estructura vertebral y con ideas sólidas desde su mentor. Un Walter Erviti abanderado de la lucha y del juego. Sí, en ese mismo orden; porque bien paradito delante de sus centrales, el talentoso volante no se ponía colorado para tirarse al piso y ensuciarse la pilcha. Como Víctor López desde su experiencia para ganar todas y cada una de las divididas. Estaba garantizado un buen espectáculo.
Pero nada de lo que uno podía llegar a maquinarse podría ser tan perverso como lo que se terminó plasmando en el campo de juego. El estado del campo de juego (que de todos modos fue impecable) se vio alterado por la gran cantidad de agua que ha caído y cae durante los últimos días. A Vélez desde el principio le costó hacer pie, tanto como a su rival. Fueron muchas las imprecisiones que se dieron cita temprano en el juego. El Taladro buscaba y el Fortín patinaba buscando hacer pie firme en el terreno. Muchos resbalones brindaban una premonición de que el terreno de juego podría jugarle una mala pasada a alguien. Así fue. En una contra del conjunto del Sur, Díaz le pifia al esférico con ayuda de enjabonado terreno que habilitó solo y a la carrera al Chelo Carrusca. El ex Estudiantes con todo el panorama a su disposición se adentró en el área y lo habilitó la Ruso García que se acomodó y hasta amagó para llevar el balón a la red. Banfield se encontraba con la ventaja por un error involuntario que evidenció una pérdida de marcas defensivas.
Más garúa, más te extraño. Desde allí, Gareca y Vélez intentaron buscarle la vuelta a un partido que se complicaba cada vez más; más aún con un Banfield que se replegaba y en el que todos defendían, en el que todos metían sin distinción de puesto. Vélez, mientras y sin fútbol, se debatía en ir a pelear de igual a igual cada balón. Esa entrega de cada jugador no faltó pero cuando no te sale una con la redonda, no te sale hermano y no hay pelea que valga y que se pueda plantear. Entonces Ricky Álvarez no fue productivo como tampoco Iván Bella. Ni que hablar de Augusto Fernández que encima fue reemplazado con una fuerte molestia. Cristaldo como único punta era pan comido para la defensa de López y Dos Santos. Ni así con el ingreso de Santiago Silva al comienzo del segundo tiempo y más tarde el de Moralez y Martínez, Vélez pudo generar serio peligro. Es cierto, Moralez le cambió la cara a Vélez; pero no alcanzó. Parecía que la derrota estaba cerrada y la llave tomaba otro color para la revancha.
La gente despidió al equipo con aplausos y un grito de batalla imponente pensando de cara a lo que será el choque del domingo ante River. “El domingo… cueste lo que cueste… el domingo tenemos que ganar”, rezó la gente sin importar quizás la derrota que se consumaba.
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