Buenos Aires, Sábado 24 de octubre de 2009.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio José Amalfitani).
Existe el dicho que reza, “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Quizás por este lado tenga mucho de explicación el encuentro fantástico (desde lo futbolístico) que brindaron tanto Vélez Sarsfield como Newells Old Boys, en la noche del Amalfitani.
Porque es así. Tanto el equipo de Gareca como el de Sensini brindaron lo que le público quiere ver: fútbol. Después, el mismo deporte tiene aristas que distan mucho de la esencia del juego en sí. Allí empiezan a tallar los “fallos” arbitrales. Porque no queda otra; por más que se intente esquivar la paupérrima realidad por la que transita en arbitraje nacional; indefectiblemente uno tiene que recurrir a mencionarlo en cuanto informe se cruce, porque en casos como el de esta noche tienen mucho que ver.
Está claro. Vélez pudo liquidar el encuentro en el primer tiempo cuando disfrutaba del toqueteo de sus rapiditos y era profundamente peligroso. Con un Churry Cristaldo que volvía al gol y hacía celebrar a todos. Si en el primer acto, el Campeón se iba con un par de goles en su haber, no estaba mal. Pero también, hay que destacar con la entereza que Newells salió a buscar el segundo tiempo (más allá de la ayuda que mereció en el primer gol) y terminar de maniatar a un equipo rival que se ahogó en su impotencia. Porque hay que reconocerle a este equipo de leproso, que viene de vencer en una semana al Campeón de América, Estudiantes de La Plata y a este Vélez Sarsfield Campeón Argentino. Pavada de campaña. Pero si hay que coincidir que no necesitaba de esta gran mano para llevarse los tres puntos del Amalfitani.
Porque por más análisis que uno intente hacer, hubo un antes y un después en el encuentro desde aquel minuto 3 fatídico del complemento. Nefasto para Javier Collado que no vio la jugarreta antirreglamentaria que pusieron en práctica Rolando Schiavi y compañía para sujetar a Leandro Somoza para habilitar a todos y festejar el empate. Claro, como no iban a estar en correcta posición para empatar si Somoza quedó abrazado por Schiavi impotente, masticando la bronca. ¿Qué miraba Collado? ¿Para qué estaba ubicado en primera fila el asistente dos Octavio Stewart? Para escribir un nuevo capítulo en las páginas negras del arbitraje argentino. Quizás, lejos de ser segunda amarilla y expulsión al defensor rojinegro; fue “siga siga” y gol para la visita. Dale, dale; jugá que acá no pasó nada.
Allí se quiebra el partido, Vélez y todo el que quería ver un digno partido de fútbol. Porque después no reaccionó más el Fortín. Lo buscó pero sin luces; fue a la carga, pero sin luces. Se le puso cuesta arriba un partido tranquilo que controlaba sin sobresaltos. Después sumó errores a su desconcierto y en la búsqueda eterna de ganar el partido, desnudó su defensa. Porque pierde la pelota en mitad de cancha y queda totalmente parado en ataque corriendo con el último aliento a un Boghossian que aprovecha la pirueta fallida de Otamendi y no tiene más que irse a enfrentar a Montoya para empujar el balón que se clavó como un bisturí en una portería solitaria. Quizás ese refrán que le da apertura a este informe tiene mucho de esas señales de alerta que presentaba Vélez durante los últimos compromisos y que requerían atención.
Los cambios que realizó Gareca no pudieron cambiarle la cara a Vélez que siguió empujando ya más con desesperación que con ubicación y tranquilidad. Engranó bien Nico Cabrera que puso centros y fue punzante por la derecha para darle la chacne de igualdad a López en la cabeza que remató defectuoso y a las manos de un Peratta vencido que agradeció el regalo a puerta. Le costó a Juan Manuel Martínez, como también a Leandro Caruso; ambos chocando en tres cuartos de cancha tratando de llevar el balón.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio José Amalfitani).
Existe el dicho que reza, “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Quizás por este lado tenga mucho de explicación el encuentro fantástico (desde lo futbolístico) que brindaron tanto Vélez Sarsfield como Newells Old Boys, en la noche del Amalfitani.
Porque es así. Tanto el equipo de Gareca como el de Sensini brindaron lo que le público quiere ver: fútbol. Después, el mismo deporte tiene aristas que distan mucho de la esencia del juego en sí. Allí empiezan a tallar los “fallos” arbitrales. Porque no queda otra; por más que se intente esquivar la paupérrima realidad por la que transita en arbitraje nacional; indefectiblemente uno tiene que recurrir a mencionarlo en cuanto informe se cruce, porque en casos como el de esta noche tienen mucho que ver.
Está claro. Vélez pudo liquidar el encuentro en el primer tiempo cuando disfrutaba del toqueteo de sus rapiditos y era profundamente peligroso. Con un Churry Cristaldo que volvía al gol y hacía celebrar a todos. Si en el primer acto, el Campeón se iba con un par de goles en su haber, no estaba mal. Pero también, hay que destacar con la entereza que Newells salió a buscar el segundo tiempo (más allá de la ayuda que mereció en el primer gol) y terminar de maniatar a un equipo rival que se ahogó en su impotencia. Porque hay que reconocerle a este equipo de leproso, que viene de vencer en una semana al Campeón de América, Estudiantes de La Plata y a este Vélez Sarsfield Campeón Argentino. Pavada de campaña. Pero si hay que coincidir que no necesitaba de esta gran mano para llevarse los tres puntos del Amalfitani.
Porque por más análisis que uno intente hacer, hubo un antes y un después en el encuentro desde aquel minuto 3 fatídico del complemento. Nefasto para Javier Collado que no vio la jugarreta antirreglamentaria que pusieron en práctica Rolando Schiavi y compañía para sujetar a Leandro Somoza para habilitar a todos y festejar el empate. Claro, como no iban a estar en correcta posición para empatar si Somoza quedó abrazado por Schiavi impotente, masticando la bronca. ¿Qué miraba Collado? ¿Para qué estaba ubicado en primera fila el asistente dos Octavio Stewart? Para escribir un nuevo capítulo en las páginas negras del arbitraje argentino. Quizás, lejos de ser segunda amarilla y expulsión al defensor rojinegro; fue “siga siga” y gol para la visita. Dale, dale; jugá que acá no pasó nada.
Allí se quiebra el partido, Vélez y todo el que quería ver un digno partido de fútbol. Porque después no reaccionó más el Fortín. Lo buscó pero sin luces; fue a la carga, pero sin luces. Se le puso cuesta arriba un partido tranquilo que controlaba sin sobresaltos. Después sumó errores a su desconcierto y en la búsqueda eterna de ganar el partido, desnudó su defensa. Porque pierde la pelota en mitad de cancha y queda totalmente parado en ataque corriendo con el último aliento a un Boghossian que aprovecha la pirueta fallida de Otamendi y no tiene más que irse a enfrentar a Montoya para empujar el balón que se clavó como un bisturí en una portería solitaria. Quizás ese refrán que le da apertura a este informe tiene mucho de esas señales de alerta que presentaba Vélez durante los últimos compromisos y que requerían atención.
Los cambios que realizó Gareca no pudieron cambiarle la cara a Vélez que siguió empujando ya más con desesperación que con ubicación y tranquilidad. Engranó bien Nico Cabrera que puso centros y fue punzante por la derecha para darle la chacne de igualdad a López en la cabeza que remató defectuoso y a las manos de un Peratta vencido que agradeció el regalo a puerta. Le costó a Juan Manuel Martínez, como también a Leandro Caruso; ambos chocando en tres cuartos de cancha tratando de llevar el balón.
Para colmo y como si no hubiese tenido demasiado Javier Collado y sus asistentes; cerca del final, Emiliano Papa despachó una pelota parada que impactó claramente en el brazo de Formica dentro del área en un claro penal que omitió el referí. Lo vio todo el estadio, menos quienes tenían que verlo. Total ya la fecha había tenido bastante penal con el que le otorgaron el viernes a Estudiantes en Quilmes. La frutilla del postre. Buen provecho, Javier.
Vélez no sólo dejó el invicto de un año en el Amalfitani; sino también le obligaron a dejar la chance de treparse a la cima del Apertura momentáneamente. De todas formas, nada está perdido y este equipo tiene lo que sobra para revertir momentos contra todo y todos. Hay revancha pronta y en Tucumán. Mientras, Señor Calamaro debo decirle que “los ojos que no ven, no siempre miran mejor”.
Carlos Alberto Martino.
Vélez no sólo dejó el invicto de un año en el Amalfitani; sino también le obligaron a dejar la chance de treparse a la cima del Apertura momentáneamente. De todas formas, nada está perdido y este equipo tiene lo que sobra para revertir momentos contra todo y todos. Hay revancha pronta y en Tucumán. Mientras, Señor Calamaro debo decirle que “los ojos que no ven, no siempre miran mejor”.
Carlos Alberto Martino.
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