El grupo adolescente apasionado por el fútbol y fundador de Vélez Sarsfield, barrunto, de volver a nacer, sentiría satisfacción y orgullo de saberse pionero y sembrador de las semillas de la ética, la dedicación tiempo completo, la intachable conducta, y observarían con placer que aquel acta natal firmada el 1 de enero de 1910, mutó cien años después, en una Institución ejemplar, diferente, con un presente plagado de logros deportivos, sólida, prestigiosa, y con un destino esperanzador y sueños realizables.
La maternidad velezana fue el túnel de la estación Vélez Sarsfield, hoy Floresta, del Ferrocarril Sarmiento, y la protocolar libreta de nacimiento del Club llevó la rúbrica de Luís Barredo, primer presidente, Placido y Antonio Marín, y apellidos como Doldan, Barrero, Rodríguez, Portillo, De la Hoz, sumado a Nicolás Marín Moreno, ex jugador, presidente, socio vitalicio Nº 1, facultativo y presidente honorario. La denominación elegida para esa sociedad deportiva sin fines de lucro fue Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield adoptando el nombre de la estación y el del barrio de esa época.
En la sesión de la Asamblea del 7 de febrero de 1913, se inscribieron diez nuevos socios. Este parece un suceso de nula relevancia histórica, sin embargo significa un mojón en el siglo de vida velezana; uno de ellos, bajito, de ojos vivaces, sería en el futuro un líder indiscutido en la historia del Club, José Amalfitani.
La maternidad velezana fue el túnel de la estación Vélez Sarsfield, hoy Floresta, del Ferrocarril Sarmiento, y la protocolar libreta de nacimiento del Club llevó la rúbrica de Luís Barredo, primer presidente, Placido y Antonio Marín, y apellidos como Doldan, Barrero, Rodríguez, Portillo, De la Hoz, sumado a Nicolás Marín Moreno, ex jugador, presidente, socio vitalicio Nº 1, facultativo y presidente honorario. La denominación elegida para esa sociedad deportiva sin fines de lucro fue Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield adoptando el nombre de la estación y el del barrio de esa época.
En la sesión de la Asamblea del 7 de febrero de 1913, se inscribieron diez nuevos socios. Este parece un suceso de nula relevancia histórica, sin embargo significa un mojón en el siglo de vida velezana; uno de ellos, bajito, de ojos vivaces, sería en el futuro un líder indiscutido en la historia del Club, José Amalfitani.
Don “Pepe” demostraba ya en su juventud una gran iniciativa, imaginación y generosidad aportando recursos propios, y un incondicional amor por Vélez, pero a cada paso daba muestras fehacientes de una faceta resaltante de su personalidad, su temible carácter. Era drástico en sus decisiones, severo en sus juicios, y dueño de un temperamento que le hacia ganar enemigos y entablar fuertes discusiones con sus compañeros de mesa directiva. Hasta finalizada la década del 20, esos entredichos hicieron que Amalfitani renunciara y volviera a cargos ejecutivos en reiteradas oportunidades, incluso en las sesiones anuales de la comisión era escasamente votado por los asociados al momento de renovar autoridades.
Asumió por primera vez la presidencia en julio de 1920, pero por diferencias dimitió seis meses después, un año más tarde y bajo su dirección sale a la luz la primera revista oficial mensual del Club, publicación llamada “Vélez Sarsfield”. Mientras aportaba esfuerzo, horas y dinero a su querido Vélez; el “Tano”, maestro mayor de obras; era propietario de un corralón de materiales en Rivadavia 10099, estuvo al frente de un café en Floresta, incursionó en la política como candidato a concejal por el Partido Demócrata Progresista aprovechando su encandilante oratoria, y fue periodista de la sección deportes del diario La Prensa, puesto que abandonó un año después, legándoselo a su amigo José Lebrón, quien ironizaría y daría con una frase cabal demostración del fuerte genio del dirigente y a su vez del enorme valor que tenía para Vélez. “Me pidió en la forma suave y académica que lo caracteriza que lo sustituyera”, y agregó, “El periodismo perdió un mediocre cronista pero el deporte ganó al directivo mas capaz y visionario con que ha contado en todo el sigloXX”.
En 1923 se hace cargo de la presidencia y el 6 de febrero de 1926 contrae matrimonio con Cristina Imbert y se automargina del Club por motivos personales. Antes hizo ejercicio de la primera magistratura de Vélez en el periodo 1923-1925. “Don Pepe” regresa de su retiro voluntario en el año 31, encabezando una oposición denominada conspirativa por las autoridades vigentes, acompañado por sus amigos Lebrón, Pizza y De Carli. Dos temporadas más tarde se jugó un sospechado partido que contó con un arbitraje irregular. La designación de este juez motivó fuertes protestas, pero no pudo ser impedida por el delegado del Club ante la AFA, Francisco Pizza. En la siguiente sesión de la Asamblea se pidió la renuncia de Pizza, amigo íntimo de Amalfitani, y este junto a otros directivos decidieron acompañarlo en solidaridad abandonando la Institución hasta el año 1940.
Precisamente ese ciclo es el más negro de la historia velezana, el equipo desciende soportando un bochornoso partido entre Independiente y Atlanta, el alquiler del predio de Basualdo finalizaba, socios y jugadores se desbandaban sin solución de continuidad, las deudas crecían, y la situación económica era frágil y caótica. Dos años atrás la Comisión le había enviado cartas de reivindicación a Pizza y Amalfitani pero estos no habían aceptado el desagravio, El Club se moría. Finalmente un conjunto de asociados decidió ir en su búsqueda para el salvataje, “Don Pepe” aceptó regresar, y en la primer reunión de la Comisión dijo, “Mientras haya 10 diez socios, el Club sigue en pie”, y arengó, “Vamos a llevar a Vélez otra vez a primera división y al lugar que ambicionamos”.
Tomó las riendas y enfrentó los problemas más urgentes. Se hizo cargo de la construcción de la vereda del viejo Fortín, que era una cláusula incumplida de la conclusión del contrato de Basualdo, y avaló con su patrimonio los compromisos pendientes. Ante la debacle inició un profundo proceso para reorientar los objetivos.
Logró la adquisición del terreno donde se construyó el Vélez gigante, estuvo diariamente dirigiendo las tareas de rellenado de esas tierras despreciadas, imposibles de nivelar, desviando cientos de camiones de tierra y colocando en ese pantano hasta desechos ferroviarios-se supone que bajo el campo de juego hay el equivalente a tres locomotoras-.
Cumplió el gran desafió que se propuso, desarrolló una tarea titánica, una gesta inolvidable. Si no hubiera existido habría que haberlo inventado.Nunca se tomó una tregua. Llevó al Club de barrio a una situación de privilegio, la pileta de natación, la sede, los gimnasios, el comienzo de numerosas actividades deportivas y culturales: Patín, Bochas, Natación, Boxeo, Folklore, Básquet, Cestobol, Pesas, Voley, Ajedrez; los balances superavitarios y los más de sesenta mil carnés que transfirió a sus herederos fueron muestras claras de un crecimiento sostenido.
La Asamblea de representantes impuso el nombre de José Amalfitani para nuestro estadio el 10 de noviembre de 1968, y un mes más tarde Vélez lograba su primer título máximo en el fútbol profesional.
José Amalfitani falleció el 14 de mayo de 1969 y se convirtió en leyenda, había nacido el 16 de junio de 1894. En tres décadas convirtió a Vélez en una entidad admirada y envidiada dentro y fuera del país. Fue un dirigente cabal, ejemplar, paradigma de convicciones, valentía y compromiso, que aunó todos los esfuerzos individuales en beneficio de su gran pasión: Vélez Sarsfield. Nunca eludió responsabilidades ni soslayó problemas, tuvo una dedicación al Club total y absoluta. Dejó bases sólidas, inconmovibles. Legó frases de archivo como, “El cemento es mudo pero elocuente”, o “Cada chico ganado a la calle es un titulo obtenido.”
Es una falacia pensar que no quería salir campeón, lo deseaba fuertemente, un vergonzante referato lo privó del torneo del 53, y eran tiempos en que los campeonatos se los repartían los “supuestos grandes”. La AFA, años después de su muerte, decidió declarar el 14 de mayo como el Día del Dirigente Deportivo en homenaje a su monumental obra, a su ejemplo de honradez, rectitud moral, y como símbolo de trabajador incansable y tenaz.
Como final de esta desprolija reseña transcribo la evocación elogiosa de Raúl Gamez en el último reportaje que le realicé. En primer lugar recordó una anécdota, “Estaba en la pileta con unos amigos, cuando lo ví llegar y muy insolente le espeté: “Don Pepe” necesitamos un ocho y un siete; se dio vuelta, me miró y con lucidez me contestó, “ocho y siete quince, escoba pibe, te gané”, y para terminar Raúl sintetizó las virtudes de Amalfitani, “Fue tan grande como presidente que en una época de grandes dirigentes sobresalió netamente”, concluyó con admiración.
Asumió por primera vez la presidencia en julio de 1920, pero por diferencias dimitió seis meses después, un año más tarde y bajo su dirección sale a la luz la primera revista oficial mensual del Club, publicación llamada “Vélez Sarsfield”. Mientras aportaba esfuerzo, horas y dinero a su querido Vélez; el “Tano”, maestro mayor de obras; era propietario de un corralón de materiales en Rivadavia 10099, estuvo al frente de un café en Floresta, incursionó en la política como candidato a concejal por el Partido Demócrata Progresista aprovechando su encandilante oratoria, y fue periodista de la sección deportes del diario La Prensa, puesto que abandonó un año después, legándoselo a su amigo José Lebrón, quien ironizaría y daría con una frase cabal demostración del fuerte genio del dirigente y a su vez del enorme valor que tenía para Vélez. “Me pidió en la forma suave y académica que lo caracteriza que lo sustituyera”, y agregó, “El periodismo perdió un mediocre cronista pero el deporte ganó al directivo mas capaz y visionario con que ha contado en todo el sigloXX”.
En 1923 se hace cargo de la presidencia y el 6 de febrero de 1926 contrae matrimonio con Cristina Imbert y se automargina del Club por motivos personales. Antes hizo ejercicio de la primera magistratura de Vélez en el periodo 1923-1925. “Don Pepe” regresa de su retiro voluntario en el año 31, encabezando una oposición denominada conspirativa por las autoridades vigentes, acompañado por sus amigos Lebrón, Pizza y De Carli. Dos temporadas más tarde se jugó un sospechado partido que contó con un arbitraje irregular. La designación de este juez motivó fuertes protestas, pero no pudo ser impedida por el delegado del Club ante la AFA, Francisco Pizza. En la siguiente sesión de la Asamblea se pidió la renuncia de Pizza, amigo íntimo de Amalfitani, y este junto a otros directivos decidieron acompañarlo en solidaridad abandonando la Institución hasta el año 1940.
Precisamente ese ciclo es el más negro de la historia velezana, el equipo desciende soportando un bochornoso partido entre Independiente y Atlanta, el alquiler del predio de Basualdo finalizaba, socios y jugadores se desbandaban sin solución de continuidad, las deudas crecían, y la situación económica era frágil y caótica. Dos años atrás la Comisión le había enviado cartas de reivindicación a Pizza y Amalfitani pero estos no habían aceptado el desagravio, El Club se moría. Finalmente un conjunto de asociados decidió ir en su búsqueda para el salvataje, “Don Pepe” aceptó regresar, y en la primer reunión de la Comisión dijo, “Mientras haya 10 diez socios, el Club sigue en pie”, y arengó, “Vamos a llevar a Vélez otra vez a primera división y al lugar que ambicionamos”.
Tomó las riendas y enfrentó los problemas más urgentes. Se hizo cargo de la construcción de la vereda del viejo Fortín, que era una cláusula incumplida de la conclusión del contrato de Basualdo, y avaló con su patrimonio los compromisos pendientes. Ante la debacle inició un profundo proceso para reorientar los objetivos.
Logró la adquisición del terreno donde se construyó el Vélez gigante, estuvo diariamente dirigiendo las tareas de rellenado de esas tierras despreciadas, imposibles de nivelar, desviando cientos de camiones de tierra y colocando en ese pantano hasta desechos ferroviarios-se supone que bajo el campo de juego hay el equivalente a tres locomotoras-.
Cumplió el gran desafió que se propuso, desarrolló una tarea titánica, una gesta inolvidable. Si no hubiera existido habría que haberlo inventado.Nunca se tomó una tregua. Llevó al Club de barrio a una situación de privilegio, la pileta de natación, la sede, los gimnasios, el comienzo de numerosas actividades deportivas y culturales: Patín, Bochas, Natación, Boxeo, Folklore, Básquet, Cestobol, Pesas, Voley, Ajedrez; los balances superavitarios y los más de sesenta mil carnés que transfirió a sus herederos fueron muestras claras de un crecimiento sostenido.
La Asamblea de representantes impuso el nombre de José Amalfitani para nuestro estadio el 10 de noviembre de 1968, y un mes más tarde Vélez lograba su primer título máximo en el fútbol profesional.
José Amalfitani falleció el 14 de mayo de 1969 y se convirtió en leyenda, había nacido el 16 de junio de 1894. En tres décadas convirtió a Vélez en una entidad admirada y envidiada dentro y fuera del país. Fue un dirigente cabal, ejemplar, paradigma de convicciones, valentía y compromiso, que aunó todos los esfuerzos individuales en beneficio de su gran pasión: Vélez Sarsfield. Nunca eludió responsabilidades ni soslayó problemas, tuvo una dedicación al Club total y absoluta. Dejó bases sólidas, inconmovibles. Legó frases de archivo como, “El cemento es mudo pero elocuente”, o “Cada chico ganado a la calle es un titulo obtenido.”
Es una falacia pensar que no quería salir campeón, lo deseaba fuertemente, un vergonzante referato lo privó del torneo del 53, y eran tiempos en que los campeonatos se los repartían los “supuestos grandes”. La AFA, años después de su muerte, decidió declarar el 14 de mayo como el Día del Dirigente Deportivo en homenaje a su monumental obra, a su ejemplo de honradez, rectitud moral, y como símbolo de trabajador incansable y tenaz.
Como final de esta desprolija reseña transcribo la evocación elogiosa de Raúl Gamez en el último reportaje que le realicé. En primer lugar recordó una anécdota, “Estaba en la pileta con unos amigos, cuando lo ví llegar y muy insolente le espeté: “Don Pepe” necesitamos un ocho y un siete; se dio vuelta, me miró y con lucidez me contestó, “ocho y siete quince, escoba pibe, te gané”, y para terminar Raúl sintetizó las virtudes de Amalfitani, “Fue tan grande como presidente que en una época de grandes dirigentes sobresalió netamente”, concluyó con admiración.
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