Buenos Aires, Domingo 16 de noviembre de 2008.
(Prensa Vélez – Estadio: Alberto J. Armando).
¿Cómo explicarte Vélez la inmensa alegría que invade cada uno de los cuerpos que se vistieron con tus colores en esta tarde de noviembre? Una tarde que tuvo un golpe al calendario y que se vistió de aquella con diez años menos de igual marcador, con algunos detalles bien dispares a los de hoy. Pero que alegría inmensa.
Orgullo de lo que se mostró en el campo de juego, con un equipo que mostró tener las ideas bien claras; que mostró su parte regular en esta persistente ciclotimia que no logra despegar de su juego. Hoy, ese fútbol de toque, confianza, seguridad en todas las líneas, vistió a este equipo de ganador y lo llevó a darle un golpe certero en la “boca” a la historia para sacudir esa estadística favorable que descansaba mansa en los archivos.
¿Cuántos apostaban a un pleno en la Bombonera tras las derrotas grises ante Colón y Gimnasia en casa? Pocos, muy pocos. Pero este Vélez tiene estos partidos en los que pone todo, en los que se rasga las vestiduras por cada pelota y va tras ella como un lobo hambriento siguiendo frenéticos cada paso que da. Por eso la bronca más allá de la inmensa alegría.
Porque es inevitable no lamentarse por cada una de las chances que desperdició este equipo durante el Apertura que una vez más demuestra que es un racimo de mediocridad futbolística, de la cual nadie escapa. Porque el propio Vélez se fabricó la nulidad tras esta fecha para pelear el campeonato. Que hermoso hubiese sido celebrar esta gran victoria (por dónde se la mire) ante Boca, con esos puntos más que se cayeron del bolsillo en más de una oportunidad. Pero bueno, el “hubiese” no entiende de la realidad. Acá estamos, Vélez 3 – Boca 2. A celebrar esta batalla.
Porque fueron diez años partidos sobre el lomo con los que debió cargar este equipo para visitar la Bombonera; y sin embargo pareció ayer esa victoria envuelta en los paralelismos de hoy; con aquellos gritos de gol por triplicado que se mudaron a esta tarde de 2008, sin escalas.
Vélez arrancó el partido mostrando en las dos primeras jugadas una instantánea de lo que pretendía hacer en el campo de juego, lo que se proponía lograr y alcanzar en esta fecha más que importante. Porque puso peso en el campo rival y se duplicaba en esfuerzo para lastimar a un Boca que demostró estar muy lejos de lo que un equipo necesita para pelear el campeonato, sin ideas pero con la ayuda exclusiva con la pasividad permisiva del niño Abal. Porque contó con la garra incansable y la inteligencia para poner el partido en la nevera del Poroto Fabián Cubero. Porque afinó sus líneas y la concentración que alcanzó durante todo el encuentro fueron sus principales armas. Porque le sienta cómodo jugar estos partidos, en los que juega un rol secundario en la previa pero protagónico en el durante. Porque apareció finalmente Roberto Nanni para pelearse con todos, poner la piel en cada pelota y ser ese referente de área que tantas veces se reclamó. Porque Trapito Barovero muestra una segura sobriedad que lo distingue en cada pelota que se adueña. Porque Papa justifica el viaje que estará haciendo rumbo a Escocia para vestirse de selección. Coronel contribuye en el despliegue; Díaz parece tener doscientos cincuenta partidos en primera división; Zapata transporta y juega; Uglessich y Torsiglieri se vuelven un muro; Cristaldo la aguanta y hace picardías. Porque la actitud supera a la táctica y a los nombres. Cuando todo esto pasa, ajústese el cinturón porque Vélez puede dar un fútbol de alto vuelo.
Porque cuando todos esos condimentos se mezclan en el tamiz del verde césped, los resultados suelen ser como los de esta tarde. Cuando suceden estas cosas, Papa le pone una perla fantástica en la cabeza a Uglessich que define con clase y categoría; y sale a gritarlo. Cuando ocurre todo esto, Cabrera ingresa reemplazando a Bella y en la primera que toca se manda una tamaña corrida que deja como saldo: tres jugadores desparramados, un arquero nauseabundo y miles de gargantas rotas de grito de gol en la tercera bandeja, tocando el cielo; y sale a gritarlo también. Cuando te descuentan y te ponen en peligro; Nanni la aguanta en el área habilitando a Cristaldo que en el vaivén de la hamaca define con clase; y sale a gritarlo una vez más. Cuando todo esto pasa, cuando Vélez se acuerda de ser Vélez; lo demás siempre está de más, entonces no queda otra que festejar.
¡Qué picardía seguir por estas horas entre la inmensa alegría del triunfo y el eterno lamento de lo perdido! ¿Qué importa?, si el gustito en la “boca” tiene un sabor especial. ¿Qué importa?, si quedás con la “boca” abierta y llena de gol mirando al cielo. ¿Qué importa?, si al final esta “boca” es mía.
Carlos Alberto Martino
(Prensa Vélez – Estadio: Alberto J. Armando).
¿Cómo explicarte Vélez la inmensa alegría que invade cada uno de los cuerpos que se vistieron con tus colores en esta tarde de noviembre? Una tarde que tuvo un golpe al calendario y que se vistió de aquella con diez años menos de igual marcador, con algunos detalles bien dispares a los de hoy. Pero que alegría inmensa.
Orgullo de lo que se mostró en el campo de juego, con un equipo que mostró tener las ideas bien claras; que mostró su parte regular en esta persistente ciclotimia que no logra despegar de su juego. Hoy, ese fútbol de toque, confianza, seguridad en todas las líneas, vistió a este equipo de ganador y lo llevó a darle un golpe certero en la “boca” a la historia para sacudir esa estadística favorable que descansaba mansa en los archivos.
¿Cuántos apostaban a un pleno en la Bombonera tras las derrotas grises ante Colón y Gimnasia en casa? Pocos, muy pocos. Pero este Vélez tiene estos partidos en los que pone todo, en los que se rasga las vestiduras por cada pelota y va tras ella como un lobo hambriento siguiendo frenéticos cada paso que da. Por eso la bronca más allá de la inmensa alegría.
Porque es inevitable no lamentarse por cada una de las chances que desperdició este equipo durante el Apertura que una vez más demuestra que es un racimo de mediocridad futbolística, de la cual nadie escapa. Porque el propio Vélez se fabricó la nulidad tras esta fecha para pelear el campeonato. Que hermoso hubiese sido celebrar esta gran victoria (por dónde se la mire) ante Boca, con esos puntos más que se cayeron del bolsillo en más de una oportunidad. Pero bueno, el “hubiese” no entiende de la realidad. Acá estamos, Vélez 3 – Boca 2. A celebrar esta batalla.
Porque fueron diez años partidos sobre el lomo con los que debió cargar este equipo para visitar la Bombonera; y sin embargo pareció ayer esa victoria envuelta en los paralelismos de hoy; con aquellos gritos de gol por triplicado que se mudaron a esta tarde de 2008, sin escalas.
Vélez arrancó el partido mostrando en las dos primeras jugadas una instantánea de lo que pretendía hacer en el campo de juego, lo que se proponía lograr y alcanzar en esta fecha más que importante. Porque puso peso en el campo rival y se duplicaba en esfuerzo para lastimar a un Boca que demostró estar muy lejos de lo que un equipo necesita para pelear el campeonato, sin ideas pero con la ayuda exclusiva con la pasividad permisiva del niño Abal. Porque contó con la garra incansable y la inteligencia para poner el partido en la nevera del Poroto Fabián Cubero. Porque afinó sus líneas y la concentración que alcanzó durante todo el encuentro fueron sus principales armas. Porque le sienta cómodo jugar estos partidos, en los que juega un rol secundario en la previa pero protagónico en el durante. Porque apareció finalmente Roberto Nanni para pelearse con todos, poner la piel en cada pelota y ser ese referente de área que tantas veces se reclamó. Porque Trapito Barovero muestra una segura sobriedad que lo distingue en cada pelota que se adueña. Porque Papa justifica el viaje que estará haciendo rumbo a Escocia para vestirse de selección. Coronel contribuye en el despliegue; Díaz parece tener doscientos cincuenta partidos en primera división; Zapata transporta y juega; Uglessich y Torsiglieri se vuelven un muro; Cristaldo la aguanta y hace picardías. Porque la actitud supera a la táctica y a los nombres. Cuando todo esto pasa, ajústese el cinturón porque Vélez puede dar un fútbol de alto vuelo.
Porque cuando todos esos condimentos se mezclan en el tamiz del verde césped, los resultados suelen ser como los de esta tarde. Cuando suceden estas cosas, Papa le pone una perla fantástica en la cabeza a Uglessich que define con clase y categoría; y sale a gritarlo. Cuando ocurre todo esto, Cabrera ingresa reemplazando a Bella y en la primera que toca se manda una tamaña corrida que deja como saldo: tres jugadores desparramados, un arquero nauseabundo y miles de gargantas rotas de grito de gol en la tercera bandeja, tocando el cielo; y sale a gritarlo también. Cuando te descuentan y te ponen en peligro; Nanni la aguanta en el área habilitando a Cristaldo que en el vaivén de la hamaca define con clase; y sale a gritarlo una vez más. Cuando todo esto pasa, cuando Vélez se acuerda de ser Vélez; lo demás siempre está de más, entonces no queda otra que festejar.
¡Qué picardía seguir por estas horas entre la inmensa alegría del triunfo y el eterno lamento de lo perdido! ¿Qué importa?, si el gustito en la “boca” tiene un sabor especial. ¿Qué importa?, si quedás con la “boca” abierta y llena de gol mirando al cielo. ¿Qué importa?, si al final esta “boca” es mía.
Carlos Alberto Martino
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