a nuestra nueva cancha que se inauguraba ese día.
Era moneda corriente entre la hinchada que si Rugilo atajaba la primera pelota que llegaba al arco, se haría muy difícil después meterle algún gol. Ese día nuestro querido Miguel atajó el primer disparo que le efectuaron los delanteros rivales, y confirmó ese aserto ya que principalmente en el segundo tiempo, el famoso equipo conocido como “La Máquina” sometió a nuestra defensa a un verdadero asedio, y de no ser por el extraordinario desempeño de nuestro héroe, las cifras finales hubieran sido otras
Esa compacta masa de gente estaba integrada mayoritariamente por vecinos de Villa Luro, Liniers, Floresta, Flores, Mataderos, etc., circunstancia ésta que les otorgaba un cierto grado de conocimiento entre sí.
Lo mismo ocurría con algunos protagonistas del partido inaugural, la mayoría de ellos muchachos nacidos y criados en esos barrios (particularmente en Villa Luro) lo cual establecía una vinculación directa entre admiradores y admirados. Por ese entonces, la generosa variedad de espacios abiertos brindaba la oportunidad casi exclusiva de practicar fútbol, medio universalmente aceptado de esparcimiento, pero al mismo tiempo materia indispensable en la integración del individuo en la sociedad, y el contacto entre los protagonistas y los espectadores era hasta casi familiar.
Como uno más entre esa gente, caminaba un muchacho de gran estatura, con una estructura física notable. grandes sus manos, tupidos sus gruesos bigotes,….en pocas palabras:¡UN GRAN HOMBRE ! ….¿de quien hablo? No hay posibilidades de confundirse: me estoy refiriendo a MIGUEL ANGEL RUGILO, el jugador que defendiendo los colores del fútbol velezano se transformó en leyenda, y las leyendas con ser referencias del pasado, siempre estarán vigentes en el presente y el porvenir.
Encaramado en un montículo de tierra amontonada atrás del arco de la cabecera Oeste (en inicial período de construcción) presencié el partido que disputamos con el equipo de primera División del C. A. River Plate que ostentaba el título de Campeón Nacional, y que concluyó con un empate en 2 goles por bando (Ferraro a los 3 y Fernández a los 6 para Velez y Pedernera 2, -l de penal- para River).
Era moneda corriente entre la hinchada que si Rugilo atajaba la primera pelota que llegaba al arco, se haría muy difícil después meterle algún gol. Ese día nuestro querido Miguel atajó el primer disparo que le efectuaron los delanteros rivales, y confirmó ese aserto ya que principalmente en el segundo tiempo, el famoso equipo conocido como “La Máquina” sometió a nuestra defensa a un verdadero asedio, y de no ser por el extraordinario desempeño de nuestro héroe, las cifras finales hubieran sido otras.
Este genuino producto velezano se inició en nuestras divisiones inferiores y debutó profesionalmente en el Viejo Fortín en el año 1938, a la edad de 21 años. En el año 1945 fue transferido al Club América de México, y al siguiente retornó a nuestra casa para jugar hasta 1.952. Luego hubo un paso por el Club A. Tigre, una temporada en O Higgins de Chile y finalizó su trayectoria en el Club Palmeiras de Brasil en 1957.
Su larga carrera está salpicada de innumerables hazañas, entre las cuales figura, por ejemplo, la de haber atajado en el año 1949, 5 penales en partidos consecutivos, y tantas otras que sería muy extenso contar, pero hay una que se eleva a la categoría de antología y fue la que protagonizó en Londres jugando para la Selección Nacional, - capitaneada por nuestro recordado “Chupete Allegri” - contra su similar de Inglaterra el 19 de Mayo de 195l.
En la primera etapa Argentina ganaba con un gol conquistado por Boyé, pero el dominio de los ingleses era claramente ostensible y pese al notable desempeño de nuestros defensores, la situación se hacía insostenible en razón de que el trajín a que eran sometidos, iba agotando aceleradamente sus reservas físicas. Se dio en ese encuentro la paradoja de que un arquero – que normalmente es el jugador que menos actividad física despliega – fuera el que más esfuerzo realizara.
Los ingleses tenían una única consigna: abatir a aquel gigante apodado esa tarde por Luis Elías Sojit como “EL LEON DE WEMBLEY”.
Debido a una lesión padecida anteriormente, el entrenamiento previo de nuestro protagonista no era el adecuado, y sus continuas intervenciones acentuaban el dolor que sentía en el cuerpo, lo que motivaba algunos convulsivos revolcones que los espectadores no comprendían, y, entre sorprendidos y risueños, adjudicaban a una suerte de histrionismo particular de “Mostachos”, así bautizado por ellos mismos.
Esa tarde la figura de nuestro héroe fue publicada en muchos diarios del mundo, con una fotografía en la que se lo ve volando para detener un disparo, la mirada angustiada clavada en la pelota, el rictus de sus labios apretados bajo el grueso bigote, el pelo revuelto y su gran corpulencia extendida en el aire, en una actitud que denunciaba su decisión de jugarse la vida para impedir la conquista del rival en las numerosas oportunidades en lo intentaron. El partido se perdió al final 2 a 1 (un dato estadístico que se recordará no por el resultado en si, sino por la antológica actuación de nuestro héroe) que hoy a 59 años del evento es recordada por toda la afición futbolística, sin distinción de banderías.
No todos saben que a Yustrich, arquero de Boca lo llamaban “El pez volador”, que a Botasso de Racing “La cortina metálica”, que a Bosio de River “La maravilla elástica”, y así muchos otros, pero lo que nadie ignora ni podrá olvidar jamás es al legendario “LEON DE WEMBLEY”, arquero de Velez Sarsfield y vecino de Villa Luro.
No puedo aseverar que Rugilo fue el mejor arquero que hubo en la Argentina, pues ello sería objeto de comparaciones imposibles de realizar en razones de tiempo y circunstancias, pero en lo que no tengo dudas, es que ha sido y seguirá siendo el más recordado de todos.
Sin las estridencias que provocan aquellas personas en cuyas vidas la notoriedad es un ingrediente sustancial, desapareció físicamente el 16 de Septiembre de 1993, dejándonos con el respeto de nuestra nostálgica evocación, una última muestra de la modesta sobriedad que lo acompañó toda su existencia.
Quedará para siempre en los anales del fútbol argentino aquella fantástica actuación, pero será exclusivamente para nosotros, los de Vélez, el legado de su querida e inolvidable figura.
Osvaldo Gorga.
Lo mismo ocurría con algunos protagonistas del partido inaugural, la mayoría de ellos muchachos nacidos y criados en esos barrios (particularmente en Villa Luro) lo cual establecía una vinculación directa entre admiradores y admirados. Por ese entonces, la generosa variedad de espacios abiertos brindaba la oportunidad casi exclusiva de practicar fútbol, medio universalmente aceptado de esparcimiento, pero al mismo tiempo materia indispensable en la integración del individuo en la sociedad, y el contacto entre los protagonistas y los espectadores era hasta casi familiar.
Como uno más entre esa gente, caminaba un muchacho de gran estatura, con una estructura física notable. grandes sus manos, tupidos sus gruesos bigotes,….en pocas palabras:¡UN GRAN HOMBRE ! ….¿de quien hablo? No hay posibilidades de confundirse: me estoy refiriendo a MIGUEL ANGEL RUGILO, el jugador que defendiendo los colores del fútbol velezano se transformó en leyenda, y las leyendas con ser referencias del pasado, siempre estarán vigentes en el presente y el porvenir.
Encaramado en un montículo de tierra amontonada atrás del arco de la cabecera Oeste (en inicial período de construcción) presencié el partido que disputamos con el equipo de primera División del C. A. River Plate que ostentaba el título de Campeón Nacional, y que concluyó con un empate en 2 goles por bando (Ferraro a los 3 y Fernández a los 6 para Velez y Pedernera 2, -l de penal- para River).
Era moneda corriente entre la hinchada que si Rugilo atajaba la primera pelota que llegaba al arco, se haría muy difícil después meterle algún gol. Ese día nuestro querido Miguel atajó el primer disparo que le efectuaron los delanteros rivales, y confirmó ese aserto ya que principalmente en el segundo tiempo, el famoso equipo conocido como “La Máquina” sometió a nuestra defensa a un verdadero asedio, y de no ser por el extraordinario desempeño de nuestro héroe, las cifras finales hubieran sido otras.
Este genuino producto velezano se inició en nuestras divisiones inferiores y debutó profesionalmente en el Viejo Fortín en el año 1938, a la edad de 21 años. En el año 1945 fue transferido al Club América de México, y al siguiente retornó a nuestra casa para jugar hasta 1.952. Luego hubo un paso por el Club A. Tigre, una temporada en O Higgins de Chile y finalizó su trayectoria en el Club Palmeiras de Brasil en 1957.
Su larga carrera está salpicada de innumerables hazañas, entre las cuales figura, por ejemplo, la de haber atajado en el año 1949, 5 penales en partidos consecutivos, y tantas otras que sería muy extenso contar, pero hay una que se eleva a la categoría de antología y fue la que protagonizó en Londres jugando para la Selección Nacional, - capitaneada por nuestro recordado “Chupete Allegri” - contra su similar de Inglaterra el 19 de Mayo de 195l.
En la primera etapa Argentina ganaba con un gol conquistado por Boyé, pero el dominio de los ingleses era claramente ostensible y pese al notable desempeño de nuestros defensores, la situación se hacía insostenible en razón de que el trajín a que eran sometidos, iba agotando aceleradamente sus reservas físicas. Se dio en ese encuentro la paradoja de que un arquero – que normalmente es el jugador que menos actividad física despliega – fuera el que más esfuerzo realizara.
Los ingleses tenían una única consigna: abatir a aquel gigante apodado esa tarde por Luis Elías Sojit como “EL LEON DE WEMBLEY”.
Debido a una lesión padecida anteriormente, el entrenamiento previo de nuestro protagonista no era el adecuado, y sus continuas intervenciones acentuaban el dolor que sentía en el cuerpo, lo que motivaba algunos convulsivos revolcones que los espectadores no comprendían, y, entre sorprendidos y risueños, adjudicaban a una suerte de histrionismo particular de “Mostachos”, así bautizado por ellos mismos.
Esa tarde la figura de nuestro héroe fue publicada en muchos diarios del mundo, con una fotografía en la que se lo ve volando para detener un disparo, la mirada angustiada clavada en la pelota, el rictus de sus labios apretados bajo el grueso bigote, el pelo revuelto y su gran corpulencia extendida en el aire, en una actitud que denunciaba su decisión de jugarse la vida para impedir la conquista del rival en las numerosas oportunidades en lo intentaron. El partido se perdió al final 2 a 1 (un dato estadístico que se recordará no por el resultado en si, sino por la antológica actuación de nuestro héroe) que hoy a 59 años del evento es recordada por toda la afición futbolística, sin distinción de banderías.
No todos saben que a Yustrich, arquero de Boca lo llamaban “El pez volador”, que a Botasso de Racing “La cortina metálica”, que a Bosio de River “La maravilla elástica”, y así muchos otros, pero lo que nadie ignora ni podrá olvidar jamás es al legendario “LEON DE WEMBLEY”, arquero de Velez Sarsfield y vecino de Villa Luro.
No puedo aseverar que Rugilo fue el mejor arquero que hubo en la Argentina, pues ello sería objeto de comparaciones imposibles de realizar en razones de tiempo y circunstancias, pero en lo que no tengo dudas, es que ha sido y seguirá siendo el más recordado de todos.
Sin las estridencias que provocan aquellas personas en cuyas vidas la notoriedad es un ingrediente sustancial, desapareció físicamente el 16 de Septiembre de 1993, dejándonos con el respeto de nuestra nostálgica evocación, una última muestra de la modesta sobriedad que lo acompañó toda su existencia.
Quedará para siempre en los anales del fútbol argentino aquella fantástica actuación, pero será exclusivamente para nosotros, los de Vélez, el legado de su querida e inolvidable figura.
Osvaldo Gorga.
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