Imaginar, soñar, dejarse llevar por el sentido de lo imprevisto; todo lo que uno pueda llegar a contemplar desde el pensamiento, cambia indefectiblemente y sin modo de exigir lo contrario cuando la realidad se posa frente a la mirada. Seguramente, cada una de las almas que se dio cita puntualmente a las 17 horas como el compromiso con el amor lo demandaba, tenían en su pensamiento un escenario imaginable para esta gran demostración de pasión que se la denominó (por el sólo hecho de rotularla), como la Caravana del Centenario. Pero más probable es que ninguno de los presentes en este primer paso del año que trajo consigo la celebración de los primeros cien años de nuestra amada institución, hubiese imaginado una fiesta de la tamaña dimensión que se plasmó en el asfalto de la gran Avenida Rivadavia.
Allí, en el túnel de la vieja estación Vélez Sarsfield (hoy estación Floresta), más de 40 mil almas fortineras se dieron cita como hace 100 años atrás lo hicieron aquellos tres jóvenes entusiastas para darle forma al latido de sus corazones que se terminó llamando Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield. Esta vez no fue para refugiarse de la lluvia, sino para darle forma a una celebración sin punto de comparación alguno, para salir a gritarle al mundo entero que tras 100 años de aquel día, la institución que habían soñado está más sólida y gigante que nunca.
Uniendo el tiempo con el lazo interminable de la presencia, el pueblo velezano tuvo su festejo entre íntimo y público, entre el orgullo interno y el placer de exteriorizarlo; todo convergiendo en el mismo lugar.
Pasadas las 17 horas y con un mundo de gente sobre la Rivadavia, allí a la altura de Bahía Blanca; se pasó a descubrir la plaqueta conmemorativa al centenario en la entrada al túnel que fue una especie de canal de parto para el Fortín. Con la presencia del Vicepresidente Primero, Miguel Calello; el Vicepresidente Segundo, Julio Baldomar; el Vicepresidente Tercero, Hugo de San Félix; el Presidente del Centenario, Ricardo Petracca y la bendición del Padre José María, entre otros; se dio inicio a lo que en minutos nomás sería un momento único e inolvidable en la historia de Vélez Sarsfield.
Porque llegó el momento del color, de la pasión, de las carrozas, de la fiesta en sí misma de todo el pueblo velezano de corazón que merecía este capitulo de la historia que comenzaba a escribir. Disfraces, la camiseta pegada al pecho, pinturas referentes al centenario en la piel, el corazón obviamente latiendo más que nunca y el calor que no quería perderse la alegría y se filtraba por los poros de una tarde que era cada vez más velezana.
Las carrozas con cada una de las copas que esta institución supo conseguir y que son el orgullo dorado que brilla coronando nuestro escudo. La estatua de Don Pepe Amalfitani que desde lo más alto del firmamento seguramente estaría entero de placer de ver los pasos del club que hizo grande y que hoy dio muestras de esa grandeza. La figura del Indio Patoruzú defendiendo en su mano la Copa Intercontinental, la mayor presea en la historia del club; marcándose como un emblema del guardián de un Fortín que es cada vez más inexpugnable. Las banderas, las pancartas, la gente de los balcones de los edificios que le ponían un marco de contención a tanto amor desperdigado por el suelo porteño, a esta altura de Villa Luro. Aquel viejo emocionado abriéndole los brazos a cada uno de los que pasaban por debajo de su ventana, con la pasión a flor de piel, con el sentimiento y el recuerdo de las cosas vividas, amadas, perdidas y ganadas. Todos y cada uno de los que aman, sienten y viven a Vélez que no quisieron perderse este día tan anhelado por todos. Hasta los que se fueron, esos a los que la vida le dio un palco vip allí arriba para ver bailar a su Vélez, en la mejor pieza de la noche; con la mejor pilcha, esa de una V bien azul, en un eterno carnaval.
Trazar con el andar el destino, el camino de una caravana que más allá de la negligencia de algunos medios de comunicación fue un hito en la historia de clubes centenarios del fútbol argentino. Porque la pasión del hincha de Vélez no se puede calcular, no se mide, no se palpa; se siente.
Allí uniendo la más de 30 cuadras hacia el Amalfitani los himnos del corazón se hicieron presente; como también el recuerdo para cada una de las glorias que hoy nos hacen inflar el pecho en esta caminata que más que hacerle bien a la salud y al corazón le hace más que un mimo a la vida misma. Bebés, adultos, niños, ancianos; la pasión no discrimina en edad ni procedencia. Todos caminando bajo una misma religión, la de Vélez.
Pero esta peregrinación no culminaba con la llegada al estadio, nada de eso. Como en cualquier fecha historia con Vélez jugando en el campo de juego, el Amalfitani lució repleto, inundando de almas que flameaban como las banderas que blandían en sus manos. Las imágenes en la pantalla en la cabecera local, le daban cuerpo a un millón de lágrimas emotivas que la buscaban como excusa predilecta a la hora del cierre.
La palabra del actual Presidente de la institución, Fernando Raffaini, en un agradecimiento eterno al hincha que le dio vida a un festejo inigualable y la promesa de un año 2010 con la Copa Libertadores de América como un objetivo más que deseado por todos. El show de luces de fuegos artificiales que le puso un broche especial a una jornada única.
Sentir cansancio físico no es suficiente para detener la pasión. Quizás hoy te duelan los huesos, las muelas, el cuero de haber andado lo andado; pero hay una cosa de la que estoy seguro y es que no te va a quitar nadie el orgullo inmenso de haber estado presente, cien años después, escribiendo la misma historia. Nuestra gran historia.
Salud Vélez Sarsfield de mi vida. Feliz Centenario, Campeón!.
Carlos Alberto Martino.
Allí, en el túnel de la vieja estación Vélez Sarsfield (hoy estación Floresta), más de 40 mil almas fortineras se dieron cita como hace 100 años atrás lo hicieron aquellos tres jóvenes entusiastas para darle forma al latido de sus corazones que se terminó llamando Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield. Esta vez no fue para refugiarse de la lluvia, sino para darle forma a una celebración sin punto de comparación alguno, para salir a gritarle al mundo entero que tras 100 años de aquel día, la institución que habían soñado está más sólida y gigante que nunca.
Uniendo el tiempo con el lazo interminable de la presencia, el pueblo velezano tuvo su festejo entre íntimo y público, entre el orgullo interno y el placer de exteriorizarlo; todo convergiendo en el mismo lugar.
Pasadas las 17 horas y con un mundo de gente sobre la Rivadavia, allí a la altura de Bahía Blanca; se pasó a descubrir la plaqueta conmemorativa al centenario en la entrada al túnel que fue una especie de canal de parto para el Fortín. Con la presencia del Vicepresidente Primero, Miguel Calello; el Vicepresidente Segundo, Julio Baldomar; el Vicepresidente Tercero, Hugo de San Félix; el Presidente del Centenario, Ricardo Petracca y la bendición del Padre José María, entre otros; se dio inicio a lo que en minutos nomás sería un momento único e inolvidable en la historia de Vélez Sarsfield.
Porque llegó el momento del color, de la pasión, de las carrozas, de la fiesta en sí misma de todo el pueblo velezano de corazón que merecía este capitulo de la historia que comenzaba a escribir. Disfraces, la camiseta pegada al pecho, pinturas referentes al centenario en la piel, el corazón obviamente latiendo más que nunca y el calor que no quería perderse la alegría y se filtraba por los poros de una tarde que era cada vez más velezana.
Las carrozas con cada una de las copas que esta institución supo conseguir y que son el orgullo dorado que brilla coronando nuestro escudo. La estatua de Don Pepe Amalfitani que desde lo más alto del firmamento seguramente estaría entero de placer de ver los pasos del club que hizo grande y que hoy dio muestras de esa grandeza. La figura del Indio Patoruzú defendiendo en su mano la Copa Intercontinental, la mayor presea en la historia del club; marcándose como un emblema del guardián de un Fortín que es cada vez más inexpugnable. Las banderas, las pancartas, la gente de los balcones de los edificios que le ponían un marco de contención a tanto amor desperdigado por el suelo porteño, a esta altura de Villa Luro. Aquel viejo emocionado abriéndole los brazos a cada uno de los que pasaban por debajo de su ventana, con la pasión a flor de piel, con el sentimiento y el recuerdo de las cosas vividas, amadas, perdidas y ganadas. Todos y cada uno de los que aman, sienten y viven a Vélez que no quisieron perderse este día tan anhelado por todos. Hasta los que se fueron, esos a los que la vida le dio un palco vip allí arriba para ver bailar a su Vélez, en la mejor pieza de la noche; con la mejor pilcha, esa de una V bien azul, en un eterno carnaval.
Trazar con el andar el destino, el camino de una caravana que más allá de la negligencia de algunos medios de comunicación fue un hito en la historia de clubes centenarios del fútbol argentino. Porque la pasión del hincha de Vélez no se puede calcular, no se mide, no se palpa; se siente.
Allí uniendo la más de 30 cuadras hacia el Amalfitani los himnos del corazón se hicieron presente; como también el recuerdo para cada una de las glorias que hoy nos hacen inflar el pecho en esta caminata que más que hacerle bien a la salud y al corazón le hace más que un mimo a la vida misma. Bebés, adultos, niños, ancianos; la pasión no discrimina en edad ni procedencia. Todos caminando bajo una misma religión, la de Vélez.
Pero esta peregrinación no culminaba con la llegada al estadio, nada de eso. Como en cualquier fecha historia con Vélez jugando en el campo de juego, el Amalfitani lució repleto, inundando de almas que flameaban como las banderas que blandían en sus manos. Las imágenes en la pantalla en la cabecera local, le daban cuerpo a un millón de lágrimas emotivas que la buscaban como excusa predilecta a la hora del cierre.
La palabra del actual Presidente de la institución, Fernando Raffaini, en un agradecimiento eterno al hincha que le dio vida a un festejo inigualable y la promesa de un año 2010 con la Copa Libertadores de América como un objetivo más que deseado por todos. El show de luces de fuegos artificiales que le puso un broche especial a una jornada única.
Sentir cansancio físico no es suficiente para detener la pasión. Quizás hoy te duelan los huesos, las muelas, el cuero de haber andado lo andado; pero hay una cosa de la que estoy seguro y es que no te va a quitar nadie el orgullo inmenso de haber estado presente, cien años después, escribiendo la misma historia. Nuestra gran historia.
Salud Vélez Sarsfield de mi vida. Feliz Centenario, Campeón!.
Carlos Alberto Martino.
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