Buenos Aires, Sábado 14 de noviembre de 2009.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Florencio Sola)
Una derrota que duele. Duele por lo que acumula en las últimas tres presentaciones y no tanto por la derrota en sí misma. Duele porque le pone un punto suspensivo (con miedo a decir final) al sueño de Vélez en este segundo semestre, que buscaba un doble esfuerzo para la coronación afuera y en casa. Duele.
Porque en la tarde del Florencio Sola, Vélez fue quien desde el vamos arrancó con lo mejor en cancha; proponiendo la búsqueda del arco rival, proponiendo su mejor fútbol con el toqueteo por el carril izquierdo entre Maxi Moralez, Víctor Zapata y Emiliano Papa. Porque mostraba este Vélez, las armas palpables para robarle el invicto a Banfield y vestirse de ilusión para el tramo final del Apertura.
Pero quizás, el actual campeón de la Argentina, pecó con el reciente mal que lo aqueja; y salió al complemento con los primeros indicios de una sintomatología que se agudiza con el correr de los partidos. Porque le bastaron a Banfield tan sólo 3 minutos desde el pitazo de Héctor Baldassi para ponerse por dos goles arriba en el marcador; cuando en realidad debían quizás ser esos goles los descuentos de un equipo que se había ido al vestuario con un par de goles en contra. Pero no fue así, y desde ese momento el equipo de Falcioni que buscaba alcanzar a Newell’s en lo más alto; comenzó a jugar con la desesperación de Vélez y por ende, a darle más énfasis a su juego.
Porque pareciera que de nada le sirvió a Vélez realizar unos muy buenos cuarenta y cinco minutos iniciales. No, señor. Salió del vestuario y se encontró con dos cachetazos que en menos de 13 minutos se volvieron tres. Las manos justas y necesarias para que el Fortín bese la lona sin besarla, aún tirando manotazos al aire preso de su impotencia.
¿Pesó tanto la eliminación de la Copa Sudamericana? ¿Pasa por restablecer lo anímico el bajón de este equipo? Preguntas que buscan sus respuestas. En definitiva, resuenan con mayor fuerza estas derrotas consecutivas por esa misma cualidad, la frecuencia; para un equipo que se había acostumbrado a retirarse ganador aún vencido (recordar la cantidad innumerable de veces que Vélez dio vuelta un marcador), para un equipo que no quiere ni debe acostumbrarse a perder.
El partido en el Sur del Gran Buenos Aires tenía la característica de importante por lo que había en juego; nada más ni nada menos que la continuidad de un sueño que alimentamos todos desde adentro y fuera de la cancha. Porque además, Banfield buscaba lo suyo en su sueño de campeonato. Porque el comienzo del encuentro era prometedor y Vélez volvía a ser Vélez. Pero el fútbol tiene estas cosas, y el equipo con menos derrotas en el año se va con dos caídas consecutivas en el Apertura y sumando seis goles en el debe. Encima, Baldassi te echa a Cubero por el solo hecho de ir a disputar una pelota o se hace ver su gemelo ¿dolorido? en el mejor momento de Vélez para enfriar el partido; digo, la zona de la lesión.
No preocupa, porque este equipo tiene hombres dentro del campo juego. Los mismos hombres que hace poco de cuatro meses ponían a Vélez en lo más alto del fútbol local como hace tiempo no pasaba. Es claro, duelen las derrotas; se sufre y se clava como un bisturí la eliminación en la copa y este pie afuera de la lucha por el campeonato; pero se le debe reconocer la entrega a este plantel. No preocupa, pero si es para advertir la falta de solidez que curiosamente se fue evaporando con el correr del semestre; cuando en verdad debía ir consolidándose con la justificación exacta de ser campeón. Tarea para el hogar.
Uno no quiere despedirse del sueño, pero la tabla de arriba se ve más lejos hoy a ocho puntos y con quince por disputar. Sin embargo, quiere seguir colgado de cualquier bandera, allá en la cabecera visitante del Florencio Sola; para seguir alentando al Fortín como lo hizo durante los noventa minutos una hinchada que sabe valorar el equipo que tiene. Cantar y agradecer a todos por el camino trazado, por el sudor derramado, por el prestigio ganado y que no se negocia. Donde muchos tiran la toalla y se debaten entre el insulto o la agresión; el hincha de Vélez aprendió ha ser agradecido aún en la derrota, algo de lo que le enseñó este equipo. Duele, obvio que duele; pero de Vélez hasta la muerte.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Florencio Sola)
Una derrota que duele. Duele por lo que acumula en las últimas tres presentaciones y no tanto por la derrota en sí misma. Duele porque le pone un punto suspensivo (con miedo a decir final) al sueño de Vélez en este segundo semestre, que buscaba un doble esfuerzo para la coronación afuera y en casa. Duele.
Porque en la tarde del Florencio Sola, Vélez fue quien desde el vamos arrancó con lo mejor en cancha; proponiendo la búsqueda del arco rival, proponiendo su mejor fútbol con el toqueteo por el carril izquierdo entre Maxi Moralez, Víctor Zapata y Emiliano Papa. Porque mostraba este Vélez, las armas palpables para robarle el invicto a Banfield y vestirse de ilusión para el tramo final del Apertura.
Pero quizás, el actual campeón de la Argentina, pecó con el reciente mal que lo aqueja; y salió al complemento con los primeros indicios de una sintomatología que se agudiza con el correr de los partidos. Porque le bastaron a Banfield tan sólo 3 minutos desde el pitazo de Héctor Baldassi para ponerse por dos goles arriba en el marcador; cuando en realidad debían quizás ser esos goles los descuentos de un equipo que se había ido al vestuario con un par de goles en contra. Pero no fue así, y desde ese momento el equipo de Falcioni que buscaba alcanzar a Newell’s en lo más alto; comenzó a jugar con la desesperación de Vélez y por ende, a darle más énfasis a su juego.
Porque pareciera que de nada le sirvió a Vélez realizar unos muy buenos cuarenta y cinco minutos iniciales. No, señor. Salió del vestuario y se encontró con dos cachetazos que en menos de 13 minutos se volvieron tres. Las manos justas y necesarias para que el Fortín bese la lona sin besarla, aún tirando manotazos al aire preso de su impotencia.
¿Pesó tanto la eliminación de la Copa Sudamericana? ¿Pasa por restablecer lo anímico el bajón de este equipo? Preguntas que buscan sus respuestas. En definitiva, resuenan con mayor fuerza estas derrotas consecutivas por esa misma cualidad, la frecuencia; para un equipo que se había acostumbrado a retirarse ganador aún vencido (recordar la cantidad innumerable de veces que Vélez dio vuelta un marcador), para un equipo que no quiere ni debe acostumbrarse a perder.
El partido en el Sur del Gran Buenos Aires tenía la característica de importante por lo que había en juego; nada más ni nada menos que la continuidad de un sueño que alimentamos todos desde adentro y fuera de la cancha. Porque además, Banfield buscaba lo suyo en su sueño de campeonato. Porque el comienzo del encuentro era prometedor y Vélez volvía a ser Vélez. Pero el fútbol tiene estas cosas, y el equipo con menos derrotas en el año se va con dos caídas consecutivas en el Apertura y sumando seis goles en el debe. Encima, Baldassi te echa a Cubero por el solo hecho de ir a disputar una pelota o se hace ver su gemelo ¿dolorido? en el mejor momento de Vélez para enfriar el partido; digo, la zona de la lesión.
No preocupa, porque este equipo tiene hombres dentro del campo juego. Los mismos hombres que hace poco de cuatro meses ponían a Vélez en lo más alto del fútbol local como hace tiempo no pasaba. Es claro, duelen las derrotas; se sufre y se clava como un bisturí la eliminación en la copa y este pie afuera de la lucha por el campeonato; pero se le debe reconocer la entrega a este plantel. No preocupa, pero si es para advertir la falta de solidez que curiosamente se fue evaporando con el correr del semestre; cuando en verdad debía ir consolidándose con la justificación exacta de ser campeón. Tarea para el hogar.
Uno no quiere despedirse del sueño, pero la tabla de arriba se ve más lejos hoy a ocho puntos y con quince por disputar. Sin embargo, quiere seguir colgado de cualquier bandera, allá en la cabecera visitante del Florencio Sola; para seguir alentando al Fortín como lo hizo durante los noventa minutos una hinchada que sabe valorar el equipo que tiene. Cantar y agradecer a todos por el camino trazado, por el sudor derramado, por el prestigio ganado y que no se negocia. Donde muchos tiran la toalla y se debaten entre el insulto o la agresión; el hincha de Vélez aprendió ha ser agradecido aún en la derrota, algo de lo que le enseñó este equipo. Duele, obvio que duele; pero de Vélez hasta la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario