Locura. Llantos. Abrazos. Placer. Poder. Gloria. Todos los condimentos todos para la nueva estrella que se aferraba a nuestro inflado pecho fortinero. Más llantos, más abrazos, una vuelta y otra y otra más. Bailes en forma de ritual alrededor de un trofeo tan esperado como merecido y justificado. Miradas al cielo, algunos buscando un agradecimiento celestial, otros aferrándose a ese ser querido que le regaló esta pasión inconmensurable. La familia, los amigos, la banda toda. La multitud embanderada de azul y blanco, los fuegos artificiales, los gritos atronadores. Y en el medio ellos, los héroes, los de la mística. Los que desde este espacio siempre sostuvimos que tenían todo, todo para ser campeón. Allí van extasiados nuestros gladiadores, los mejores de todos, los que nos enorgullecieron, los que dignificaron nuestra camiseta con todo el compromiso, el profesionalismo y la responsabilidad. Y el amor, por qué no. Porque dio la sensación que hasta destilaron amor por los colores, aún sabiendo que su rol es otro.
Allá va en andas el Gran Poroto Cubero, el Gran Capitán, el héroe de mil batallas, el del tercer título con El Fortín, el que ya está en la historia grande por eso, por la impresionante cantidad de presencias y por dejar el alma en cada pelota. En el medio levanta la Copa el Chapa Zapata, el que cambió silbidos por ovaciones, el que se transformó en el caudillo del equipo, la voz de mando, el equilibrio justo, el termómetro justo, la experiencia toda al servicio de todos. Se lo vé desencajado al nuevo crack que apareció para regocijo de todo el pueblo velezano; Otamendi es nuestra nueva joya a disfrutar, nos deleitamos con esa muralla que fue vital para la valla menos vencida. Queda en las retinas la imágen sangrante de esa fiera que es Domínguez, un guerrero a puro huevo, una de las mejores compras de los últimos tiempos, un ganador nato. Por allá lo pasean al gran protagonista del grito sagrado; mini talla, maxi jerarquía: Maxi Moralez, otro que se sumo a este esquema para aportar su mágia, su habilidad, su grandeza para los goles decisivos, el que nos hizo estremecer el alma con esa aparción para el delirio. Se lo ve emocionado al cordobés Montoya, a esta altura el mejor arquero del país, el más confiable, el más seguro, el de los reflejos extraordinarios, el que nos devolvió el alma al cuerpo deteniendo con una paz absoluta esa bocha sobre la línea. Llora el uruguayo López, otro que trastocó su imágen a fuerza de romper redes, que le dio la razón a la Comisión Directiva en apostar a su incorporación cuando aún era un desconocido para la gran masa futbolera del país. Corre Papa ("El Papita de la Gente"), como corrió por su lateral todo el campeonato para ser una pesadilla para los contrarios, el de los desbordes, el de los pases-gol, el de Selección, el del perfil bajo que nos ganó el corazón a todos. Se abraza con el mundo Díaz, otro producto de nuestra fábrica, el polifuncional de la banda derecha, el pibe del futuro enorme. Conmueve atrás de todo el Churry Cristaldo, el de los goles importantes, el que ama a la camiseta, el que se perdió la final por esa lesión maldita, el que irradia y contagia energía por esa polenta innata. Festeja el Burrito Martínez, el as bajo la manga, el que aparece para dar vuelta los partidos, el que genera los penales, el de las gambetas impredecibles. Delira también en andas el pulpo del 35, la bestia de la final, este Razzotti que volvió en silencio y con mucho trabajo exhibió su fútbol hecho y fabricado en Liniers. Está desencajado Nico Cabrera en el medio de todos, como burlándose de esa otra lesión que lo dejó out a mitad de camino cuando iba en camino a transformarse en una de las principales figuras. El ídolo Somoza tampoco se lo pierde aunque no pudo ser parte activa del juego por esa recuperación que tarda en llegar aunque fue un motivador absoluto para sus compañeros; recuperate pronto León, te esperamos. Aparece en primera plana este Larrivey de gran injerencia en esta final, el que se jugó la vida en esa pelota, el que se bancó con aguante las bravuconadas de esos mediocres perdedores. Es un hincha más el Flaco Nanni, parece salido de la popular, la emoción lo supera, otro histórico al que queremos de una manera tan especial por todo lo que trasmite. Siguen los llantos y los abrazos. No se lo pierde nadie. Todos son y serán héroes, todos. Cómo Ocampo (autor de un gol, fundamental en La Plata), Ponce, Velázquez, Cabral, Bella, Alvarez, Canteros, Coronel (otro que se anotó con un gol en la campaña y que fue la rueda de auxilio para todos), Barovero, Torsiglieri, Bíttolo. El plantel entero del compromiso y de la mística. El que perdió un solo partido, el que tuvo la valla menos vencida, el de la solidez y el pragmatismo, el del buen juego y también de los huevos, el de la galera y el bastón, el del overol cuando fue necesario. Nos mezclamos todos en el éxtasis, jugadores, dirigentes, hinchas. Claro, faltan algunos para las cuatro patas. Se metió rápido en el vestuario, casi que no salió en los flashes de los festejos, prefirió la intimidad para dedicársela a su viejo fortinero que alentaba del cielo: Gracias Tigre Gareca, ídolo primero por sentimiento y después por ser un técnico de una enorme jerarquía. Laburador, perfil bajo, nada estridente, trasmitidor de paz, de confianza, estudioso del fútbol, generador de estrategias, motivador por excelencia. Gracias Bassedas por ser la cabeza de este proyecto con toda tu sapiencia, por tu amor hacia tu camiseta de toda la vida. Gracias Turu Flores por tu presencia fundamental para estos jugadores, por mostrarles la grandeza de la V Azulada, por ser otro hincha desde el banco de suplentes.
Eternamente Gracias Campeón, por otra estrella gloriosa de cara al Centenario. No cabemos en nuestros cuerpos de tanta alegría. Ni nos importa la falta de respeto de gran parte del periodismo nacional que creó un falso mito de nuestro empequeñecido rival de la final. Que lloren todos, que los carcoma la envidia, que el clubcito que nos enfrentó siga haciendo pucheritos como nenes, son así de chiquitos, no busquemos más vueltas. No nos importa que la opinión pública los prefiera; la frase estaba latente en todos lados sobre que a los grandes se les tiene bronca y nó simpatía. Tiki tiki las pelotas, el fútbol del equipo del Tigre es el mejor de todos, es del Campeón, en definitiva, del que todo el mundo se acordará con esa nueva estrella grabada a fuego en el alma. Lloren, chicos, lloren. Somos distintos a todos, somos los mejores una vez más, somos el ejemplo del fútbol argentino.
Más llantos, más locura, más abrazos. En el Obelisco, en la Villa, en la ciudad toda, con la bendición que tenemos de ser hinchas de Vélez. Los más grandes, sin lugar a dudas.
Mediocres, cuando crezcan hablamos.
CHUPALA QUE VELEZ ES CAMPEON.
Daniel Ortiz, para Velezsarsfiled.net
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Hace 2 años
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