Vélez lo ganaba con la gran personalidad de Leandro Somoza (hizo una delicia en el segundo) bajo la intensa lluvia; pero lo terminó empatando a diez del final con un testazo de Jerónimo Barrales. El Fortín perdió dos, sumó uno y espera hambriento al Ciclón.
Buenos Aires, Domingo 28 de septiembre de 2008.
(Prensa Vélez – Estadio Florencio Sola)
Necesitaba los tres puntos. Porque los de arriba, en la previa a la tarde lluviosa del Florencio Sola, habían hecho la tarea a la perfección. Por obligación, para mantenerse ahí bien arriba y darle pelea a un equipo que cumple con los requisitos para estar primero, hasta con el inflador mediático que bombea a pleno. Porque Vélez se propuso pelear en grande y va tras ese objetivo.
Llegaba este equipo de Tocalli con la buena racha de cuatro victorias consecutivas que lo habían ubicado como uno de los escoltas de San Lorenzo, y buscaba ante el golpeado Banfield de Jorge Burruchaga los tres puntos que no le hagan perder pisada. Los dos equipos se jugaban mucho en la tarde del Sur. Pero sin dudas que este Vélez era el que tenía la obligación de obtener ganancias en el litigio ante Banfield.
Quizás en otras condiciones, si antes del encuentro, baja un brujo exótico con una pluma en su mano y un papiro en la otra, buscando una firma a cambio de un empate a dos goles con un Vélez con dos hombres menos; más de uno se hubiese tentado a rubricar garabatos en aquel papel. Pero este Vélez no. Este Fortín no se permite grises en una marcha que parece impecable.
Mucho más por cómo se fue dando el juego. Arrancó esquiva la suerte con la fatídica lesión de Nicolás Cabrera a tres días de disputarse el encuentro. Tocalli, quien ya tenía los once, tuvo que hacerse las preguntas que hasta ese entonces no tenía por qué planterase y debió buscar soluciones. Ahí, quizás, perdió un poco su planificación. Porque confió en Alejandro Cabral para explotar el sector derecho y desde allí desplegarse por todo el frente de ataque; una especie del “rolplay” de Juan Manuel Martínez cuando lo hacía como enlace. Sin embargo, el Tacita Cabral estuvo lejos de ser ese generador de fútbol que necesitaba el equipo. Porque si bien Vélez lo buscó de entrada, carecía de ideas a la hora de pasar la mitad de la cancha. Por ahí perdía y perdió más tarde con las variantes que no pudieron devolverle la dinámica que acostumbra este equipo.
Encima, para colmo, a los 12 minutos, queda una pelota confusa en el área y tras algunos rebotes desafortunados para el fondo velezano; la pelota rebota en Nicolás Bertolo y se convirtió en el primer grito de la tarde. Un grito de gol con protagonista cambiado, porque hasta ese entonces, era poco lo que había generado el equipo de Burruchaga.
Ahí, en ese mismo instante volvió a aparecer el equipo. Una vez más Leandro Somoza tomó la lanza, juntó a sus mejores hombres (Víctor Zapata y Emiliano Papa) y fue para el frente. Porque en el volante central de Vélez se encierran las grandes cualidades que tiene este equipo, porque tiene un corazón enorme, un orgullo soberbio, una entrega total y una humildad que lo hace indispensable en este esquema de Tocalli. Falta en un costado del área y fue él, quine tomó el balón despachando un derechazo fortísimo por lo bajo que encontró el pie de Nasuti para luego abrazarse con la red en un grito de gol interminable en alivio. Pero nada parecía ser fácil en la tarde del Sur. Con un festejo de gol confuso, Collado (de pésima e intencionada labor) expulsó por un forcejeo infantil a Jonathan Cristaldo y Marcelo Bustamante. Los dos perdían un hombre. ¿Quién perdía más tácticamente?. Tocalli uno para atacar. Burruchaga uno para defender. La cosa estaba igualada y con un interrogante inmenso para lo que restaba venir.
Vélez fue por más. Con la lluvia como testigo y dándole un marco épico a una clara exposición práctica del manual del contragolpe ilustrado, se asociaron varias figuras del Fortín para ponerle un poco de justicia y fantasía al resultado. De derecha a izquierda y otra vez a la derecha. De los pies de Martínez a los de Somoza. Una joya exquisita de este gran equipo del Fortín. Tras un exacto pase de Zapata, se metió Somoza al área de Lucchetti, para mirarlo fijo a los ojos y despacharle una vaselina exacta y directa al corazón de los miles de velezanos que estallaron bajo la lluvia en la tarde del Sola.
Vélez se iba al complemento con la ventaja merecida y con la tranquilidad de saber que este equipo responde ante las paradas difíciles. La estirpe ganadora y de personalidad no se empañó, mucho menos con el empate final.
Porque volviendo al punto inicial, en el complemento se evidenció aún más la falla en la elección porque la táctica se resintió. Cabral no funcionaba, y el técnico buscó la variante para reforzar el juego aéreo y desabasteció a los de arriba. Encima, Zapata se fue lesionado que hasta el momento era quien controlaba junto a Papa el juego por la izquierda. Porque por más que aguantó el resultado y lo pudo haber liquidado en más de una oportunidad; sufrió justamente por el juego aéreo con aquel testazo de Barrales cerca del final que decretó el empate final. Además de sufrir por el racimo de amonestaciones que sembró Collado en sus jugadores, y que lo llevó a expulsar injustamente a Gastón Díaz cerca del final.
Sin dudas que a Vélez se le escaparon dos puntos en la lucha por el campeonato. De todas formas, el fútbol pide duelo directo y lo tiene cerquita, a la vuelta de la esquina y con un rival que le da un gustito extra al asunto.
Finalmente se sumó un punto que sabe amargo por cómo se había desarrollado el partido que ya casi eran tres. Un punto que te mantiene bien prendido en la lucha, como un león hambriento que busca su próxima presa, y se le antoja almorzarse un cuervo.
Fuente: Sitio Oficial.-
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Hace 2 años
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