No son suplentes estos presuntos suplentes que ofrece Vélez en el Clausura. Para nada: juegan como titulares y demuestran que pueden asumir incluso la pretensión de pelear por el título. Anoche, con una actuación precisa y preciosa, dejaron sin invicto a Independiente con una goleada, mantuvieron el liderazgo y generaron una ovación a modo de tributo. Nada menos.Los dos habían llegado a esta cita relevante con recorridos muy parecidos: el invicto, dos victorias, dos empates y la punta. Pero apostaban de distinto modo en la noche del viernes: por un lado, Independiente llegó a Liniers con su equipo de gala, con el entusiasmo de mantener el liderazgo conseguido la fecha anterior y con la sensación de juego creciente. Por el otro lado, Vélez dosificó esfuerzos en nombre de su prioridad, la Copa Libertadores. En consecuencia, Ricardo Gareca dispuso su equipo muletto. Pero los suplentes de este plantel son un Fortín. Por actitud, pero también por capacidad.Más allá de esos diez minutos inaugurales en los que Independiente le tiró su historia de Rey de Copas encima, Vélez jugó sin inhibiciones y con autoridad. Padeció al principio la presión, pero de a poco recuperó la pelota, la manejó con acierto y comenzó incluso a generar aplausos en ese campo de juego que resistía la lluvia recibida un rato antes del partido.Américo Gallego -técnico observador de los detalles del rival. tomó una decisión táctica que parecía interesante: ubicó a Ignacio Piatti -figura ante Estudiantes y autor del gol 5.000- casi como un extremo por la derecha. La idea era que jugara a la espalda de Alejandro Cabral y que quedara mano a mano con Mariano Bíttolo, el lateral izquierdo debutante. Pero más allá de algunas dudas del juvenil, Independiente no pudo profundizar por allí. Tampoco por otros costados. De hecho, sus llegadas más peligrosas estuvieron vinculadas con algunos rebotes que no pudo capitalizar su goleador, Andrés Silvera.Cuando Vélez se animó fue más que un rival que chocó contra sí mismo. Incluso, a partir de los 25 minutos del primer tiempo, cuando la sociedad Leandro Velázquez - Juan Manuel Martínez comenzó a funcionar con fluidez, el equipo local también generó las mejores llegadas. Lo tuvo Marco Torsiglieri, con un cabezazo; Eduardo Tuzzio evitó el primer grito casi abajo del arco; y Rolando Zárate evaluó la seguridad de Adrián Gabbarini con un tiro libre.Cuando el primer tiempo se moría con esa sensación de partido parejo y de que Vélez era -para sorpresa de muchos- el que había ofrecido un poco más. Pero justo antes del descanso, Vélez hizo su último intento y convirtió. Proyección de Bíttolo por la izquierda, centro defectuoso que le quedó a Juan Manuel Martínez, gambeta ante Tuzzio dentro del área y definición cruzada del delantero, de zurda. Muy buen gol y 1-0. Algo así como una sorpresa no tan sorpresiva.Ya en el segundo tiempo, hubo un asombro: Independiente -con la necesidad como impulso- jamás pudo arrinconar a Vélez. El equipo de Gareca dividió la pelota y procuró no atrincherarse cerca de su arquero. Entonces, el equipo de Gallego empleó un recurso que muchas veces viene asociado a la desesperación: el centro frontal. Y entonces, en el juego aéreo apareció la solvencia de un impecable Marcelo Barovero y la firmeza de la dupla central (Fernando Tobio - Torsiglieri).Por las dudas, Gareca puso más experiencia y más jerarquía: para la última media hora incluyó a Maximiliano Moralez, autor del gol decisivo en el último título del club. Y él fue quien dos minutos después, con un penal (clara falta de Gabbarini a Leandro Coronel) pateado con naturalidad y eficacia de crack. Dos a cero.Y tenía más armas en el banco: ingresó Santiago Silva. Y también a poco de haber ingresado hizo lo que mejor sabe y más le gusta: otro gol. Tres a cero. Después sólo quedaba espacio para los aplausos. Y para esa suerte de fiesta bajo el cielo del Amalfitani.
Fuente: Diario Clarín.-
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