Una nueva estrella...Liniers.-

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domingo, 5 de octubre de 2008

Es hora de levantarse, Fortín


Tras un primer tiempo sin diferencias, Vélez se despertó en el segundo tiempo impulsado por su gente y lo pasó por arriba a San Lorenzo. Se descuidó en la última y lo pagó caro con la derrota, en una chance inmejorable de acortarle puntos al Ciclón de Russo.


Buenos Aires, Sábado 4 de octubre de 2008.
(Prensa Vélez – Estadio José Amalfitani).

Era una final adelantada. Para Vélez era el partido clave para aspirar a grande en este Apertura. Era ese encuentro que debería cerrar el campeonato pero que el capricho del fútbol lo puso en la novena fecha. Significaba tantas cosas para este Vélez el partido ante San Lorenzo, que hablar del resultado final le mete una plancha directa al corazón y te deje un sabor de boca muy amargo.

Porque Vélez lo jugó como una final, pero en el segundo tiempo. Sin dudas, este equipo de Tocalli regaló cuarenta y cinco minutos. Preocupado por el rival que tenía en frente, ubicó piezas desde el arranque de esas que no te dejan jugar, pero que tampoco te hacen fácil el camino al arco rival. Por eso, fue muy evidente lo solitarios que anduvieron en los primeros veinte minutos del partido, la dupla atacante de Martínez y López; quienes se desgastaban corriendo al defensor jugando al reino del revés. Así Vélez entendía que no podía seguir en el partido, si pretendía pelear arriba. Debía ganarle a San Lorenzo y era el momento indicado para hacerlo; sin embargo, casi ni pateó al arco en la primera mitad.

San Lorenzo mientras tanto, intentaba jugar prolijo pero se “mancó” con la temprana lesión de Cristian Ledesma; que al salir reemplazado del campo de juego, dio la sensación de que su equipo lo sintió, acusó la baja de la manija del equipo, y empezó a cuidarse unos metros atrás. Entonces el Fortín salió en busca de la pelota y copó el mediocampo con la gran solvencia de Leandro Somoza y los aportes corazonados de Fabián Cubero. Poco le alcanzaba a un Vélez que seguía inconexo con los puntas y poco peligro llevaba al área de un Orión que solo se esforzó al levantarse de las veces que se resbaló al impactar la pelota. Poco para un Vélez de pretensiones altas y corazón gigante.

Para el complemento, la obligación de Vélez y el amor propio de sus jugadores entraron a escena. Unos metros más adelantado el equipo dentro del campo de juego, obligó al Ciclón a regalar la pelota y esperar más de contra, acusando el embate que proponía el local. Allí estalló la gente. Con la garganta a reventar, el público velezano que colmó sus localidades sonó cual despertador para un Vélez que se había quedado dormido y que había llegado tarde a la cita. “Es la hora… es la hora”, bajaba de las gradas; mientras que desde adentro crecía el hambre de un equipo que buscaba mucho más de lo que había propuesto y empezaba a justificar la ilusión que se había encendido en la previa. Afuera Coronel (de floja labor), adentro Bella. Ahí empezó a ganar en fútbol el Fortín, porque el chiquilín se adueñó de la pelota y empezó a lastimar por la derecha, a pesar de su pierna cambiada. De a poco, las situaciones de Vélez se daban permiso unas a otras y el entusiasmo se atragantaba con el grito de gol. Centro de Zapata que López cabeceó muy desviado. Jugadón de Cubero en el área para asistirlo nuevamente al delantero uruguayo que tardó un mundo para pegarle a la pelota. Unos minutos más tarde, el mismo Poroto Cubero (la figura lejos de este Vélez), se sacó a uno de encima en la puerta del área y despachó un derechazo que buscaba red, y que cacheteó Orión al córner.

Era todo de Vélez. El equipo de Tocalli era el que proponía dentro del campo de juego y en las tribunas también, ante un atónito puntero que se aferraba cada vez más a la migaja que buscaba en la tarde de Liniers. Con alma y vida este Vélez se repetía en ataque, pero sin embocarla, sin puntería; y uno sabe lo que pasa cuando las cosas se dan de esa forma. Con un Baldassi que dialoga más de lo que dirige; al cual se le escapa por los poros el glamour de codearse con los jugadores más grandes y hacerse el guapo con los más chicos; al que le falta humildad para retirarse del arbitraje de una vez por todas.

De todas formas, Vélez paga caro lo que no hace, por más que Santiago Silva deje la piel en cada pelota y se tire de cabeza para pegarle aunque sea con la espalda para meterla, no entra. Por más que Uglessich le pegue con alma y vida, cuando el grito de gol empuja en las cuerdas vocales. Cuando la pelota deuda dando vueltas en el área y no quiere entrar la caprichosa. Cuando Vélez te perdona, el de enfrente no.

Allí queda perdida por la tarde del Amalfitani la corrida de Gonzalo Bergessio por el sector derecho para habilitar a un Romeo que sólo tuvo que empujarla ante el desconcierto defensivo del Fortín, a tres del final y en el mejor momento de Vélez. En la bronca derramada queda el cabezazo-expulsión de Zapata ante la pasividad del árbitro ante tanta falta de Torres. Así duele esta derrota de chances esquivas, de punta rota y orgullo dañado.

Vendrá el parate para replantear lo realizado, corregir lo perdido y potenciar lo logrado. Mientras tanto la lejanía del campeonato se hace carne en la piel y las ilusiones juegan a la ruleta rusa con las horas.

“Es la hora… es la hora…”, es la hora de levantarse, Fortín.

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