Buenos Aires, Viernes 4 de septiembre de 2009.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Juan Carlos Zerrillo).
Era un gran desafío. Más allá de la impronta con la que contaba el match de por sí, enfrentando al Campeón del Fútbol Argentino que venía con dos victorias; ante un rival que permaneció en la máxima categoría por un gol agónico en la Promoción y que arrancó con dos derrotas este Apertura. Realidades diametralmente opuestas.
Además, Vélez tenía el compromiso de saltar al campo de juego frío, pesado y húmedo del Juan Carlos Zerrillo con grandes “bajas seleccionadas” que ponían en peligro (a priori) el funcionamiento del equipo que alcanzó la gloria hace unos meses atrás. Gareca no podía contar en cancha con cuatro de sus principales referentes, como lo son Sebastián Domínguez, Nicolás Otamendi, Emiliano Papa, en la defensa; y Hernán Rodrigo López, su goleador y referencia de ataque. Por eso, a la cancha saltó Waldo Ponce (con permiso de Bielsa), Marco Torsigilieri, Pablo Lima y Jonathan Cristaldo, para ganarse la camiseta, esa que se usa desde el arranque.
Vélez no se resintió; porque en el equipo, el que sale al campo de juego en cada nueva fecha es el verdadero protagonista y en la noche fría de La Plata quedó al desnudo esta afirmación. Porque más allá de los nombres aparece el equipo, y dentro del equipo aparecen también los nombres; aunque suene al más rebuscado trabalenguas. Porque lo evidencia, entre otras cosas, este resultado con gol agónico y merecido en el Bosque; pero también lo justifica la realidad que vive otro equipo de primera división que hacía bandera del buen juego y hoy sin esos nombres no puede sostener dos pases seguidos. Este Vélez, cambia jugadores pero el concepto, la idea que imparte el entrenador es la misma, y el convencimiento de cada uno de los más de 30 jugadores que militan en el plantel lo saben a rajatabla.
Mucho tuvo que laburar Vélez el encuentro para volverse una vez más ganador a trepar en lo más alto del campeonato en soledad (por lo menos hasta que el martes juegue Central), pero bien merecido que lo tiene. Porque encontró en el campo de juego durante este Torneo Apertura a la mejor versión de Maximiliano Moralez. Sí, un gran párrafo aparte merece este jugador de diminuta talla, pero de incalculable calidad con el balón. Fue Moralito quien movió el fútbol y los hilos del campeón, en la búsqueda de los tres puntos. El enganche, juega, la pide más que nunca, asiste, y hasta te hace ganar partidos; ya sea en La Plata por la tercera fecha o en un Amalfitani a reventar para darte el campeonato. Allí viaja su balón, mientras el crupier cantaba la última bola de la noche a besarle la red de un indefenso Gastón Sessa que se estira para no llegar. Desata el delirio en la cabecera visitante y en todo el mundo que hoy se viste con los colores del campeón. Bienvenido Maxi al mundo Vélez, ese que parece sentarte tan bien.
Porque además de Moralez tiene valores que son tan importantes como su definición. Allí corre Víctor Zapata una y otra vez dominando la pelota y a los rivales. Fabián Cubero con gran personalidad luchando todas. Germán Montoya que tapa las que tiene que tapar, como la última después del gran gol de Moralez. Leandro Somoza que parece no pasar factura ni secuelas de la inactividad. Los que ingresaron con la carga de cumplir por los que no están, con ese plus extra para hacer las cosas más que bien y demostrarle al entrenador que están para ser tenidos en cuenta. Gran partido de Ponce, soberbia labor de Torisglieri, cumplidora tarea de Lima. Todas y cada una de las partes de un Vélez que sabe muy bien para lo que está y lo que va a buscar.
Todavía quedan dando vuelta las imágenes de un Vélez abrazado en mitad de cancha celebrando el tanto de Moralez. Una instantánea de lo que es este equipo, de lo que simboliza, de lo que habla dentro y fuera del campo de juego. Así lo pregona su entrenador, gran responsable de tantas y cada una de las alegrías que sumamos a nuestro orgullo velezano.
El campeón hizo su paso por la Ciudad de La Plata y continúa en su andar victorioso, ganador. Mientras todos nos escudamos detrás de esa bandera en la prematura candidatura a la “bi” ilusión.
(Prensa Vélez Sarsfield – Estadio Juan Carlos Zerrillo).
Era un gran desafío. Más allá de la impronta con la que contaba el match de por sí, enfrentando al Campeón del Fútbol Argentino que venía con dos victorias; ante un rival que permaneció en la máxima categoría por un gol agónico en la Promoción y que arrancó con dos derrotas este Apertura. Realidades diametralmente opuestas.
Además, Vélez tenía el compromiso de saltar al campo de juego frío, pesado y húmedo del Juan Carlos Zerrillo con grandes “bajas seleccionadas” que ponían en peligro (a priori) el funcionamiento del equipo que alcanzó la gloria hace unos meses atrás. Gareca no podía contar en cancha con cuatro de sus principales referentes, como lo son Sebastián Domínguez, Nicolás Otamendi, Emiliano Papa, en la defensa; y Hernán Rodrigo López, su goleador y referencia de ataque. Por eso, a la cancha saltó Waldo Ponce (con permiso de Bielsa), Marco Torsigilieri, Pablo Lima y Jonathan Cristaldo, para ganarse la camiseta, esa que se usa desde el arranque.
Vélez no se resintió; porque en el equipo, el que sale al campo de juego en cada nueva fecha es el verdadero protagonista y en la noche fría de La Plata quedó al desnudo esta afirmación. Porque más allá de los nombres aparece el equipo, y dentro del equipo aparecen también los nombres; aunque suene al más rebuscado trabalenguas. Porque lo evidencia, entre otras cosas, este resultado con gol agónico y merecido en el Bosque; pero también lo justifica la realidad que vive otro equipo de primera división que hacía bandera del buen juego y hoy sin esos nombres no puede sostener dos pases seguidos. Este Vélez, cambia jugadores pero el concepto, la idea que imparte el entrenador es la misma, y el convencimiento de cada uno de los más de 30 jugadores que militan en el plantel lo saben a rajatabla.
Mucho tuvo que laburar Vélez el encuentro para volverse una vez más ganador a trepar en lo más alto del campeonato en soledad (por lo menos hasta que el martes juegue Central), pero bien merecido que lo tiene. Porque encontró en el campo de juego durante este Torneo Apertura a la mejor versión de Maximiliano Moralez. Sí, un gran párrafo aparte merece este jugador de diminuta talla, pero de incalculable calidad con el balón. Fue Moralito quien movió el fútbol y los hilos del campeón, en la búsqueda de los tres puntos. El enganche, juega, la pide más que nunca, asiste, y hasta te hace ganar partidos; ya sea en La Plata por la tercera fecha o en un Amalfitani a reventar para darte el campeonato. Allí viaja su balón, mientras el crupier cantaba la última bola de la noche a besarle la red de un indefenso Gastón Sessa que se estira para no llegar. Desata el delirio en la cabecera visitante y en todo el mundo que hoy se viste con los colores del campeón. Bienvenido Maxi al mundo Vélez, ese que parece sentarte tan bien.
Porque además de Moralez tiene valores que son tan importantes como su definición. Allí corre Víctor Zapata una y otra vez dominando la pelota y a los rivales. Fabián Cubero con gran personalidad luchando todas. Germán Montoya que tapa las que tiene que tapar, como la última después del gran gol de Moralez. Leandro Somoza que parece no pasar factura ni secuelas de la inactividad. Los que ingresaron con la carga de cumplir por los que no están, con ese plus extra para hacer las cosas más que bien y demostrarle al entrenador que están para ser tenidos en cuenta. Gran partido de Ponce, soberbia labor de Torisglieri, cumplidora tarea de Lima. Todas y cada una de las partes de un Vélez que sabe muy bien para lo que está y lo que va a buscar.
Todavía quedan dando vuelta las imágenes de un Vélez abrazado en mitad de cancha celebrando el tanto de Moralez. Una instantánea de lo que es este equipo, de lo que simboliza, de lo que habla dentro y fuera del campo de juego. Así lo pregona su entrenador, gran responsable de tantas y cada una de las alegrías que sumamos a nuestro orgullo velezano.
El campeón hizo su paso por la Ciudad de La Plata y continúa en su andar victorioso, ganador. Mientras todos nos escudamos detrás de esa bandera en la prematura candidatura a la “bi” ilusión.
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