Buenos Aires, Martes 28 de octubre de 2008.
(Prensa Vélez – Villa Olímpica).
Desahogarse. Sacarse un peso de encima, uno bien grande. Quitarle presión a una olla que alcanzó su punto máximo de ebullición el pasado sábado cuando una derrota más se consumaba en el haber de este equipo que pretende más y volaba poco en este Apertura.
Arrancarse la mufa. Esa misma que pareció perseguirlo en el arranque nomás del encuentro al cobrarse una víctima preciada, cuando Leandro Somoza (capitán y emblema de este Vélez) dejaba el campo de juego con una lesión a cuestas de la que minutos más tarde, se confirmaría su potente gravedad.
Cortar la mala suerte. Esa que le negó tantas veces el gol que se ahogaba una y otra vez ante el cuerpo de la Anguila Gutiérrez o con el travesaño, con un preciso remate de Nicolás Cabrera.
Apagar voces y encender aplausos. Contra todo esto tuvo que lidiar este equipo de Hugo Tocalli para revertir la última imagen brindada, potenciada por la sequía de puntos que le recolecta. Una tarea que no fue fácil, pero que llegó como una bocanada de aire fresco para los pulmones de una salud desgastada por la falta de aciertos, por la suma de errores.
Por la entrega sagrada de Leandro Somoza; ese que dejó su pierna desde el arranque para demostrar que Vélez está entero. Porque sin él va a ser menos fácil; pero su confianza y su ejemplo contagiará a todos y encontrará en Emiliano Papa a su heredero preciado.
Porque Papa viene demostrando el motivo por el cual Vélez se fijó en él; porque con sus repentinas y constantes corridas por el sector izquierdo le pegó un cachetazo al exitismo impaciente del hincha que lo reprobó más de una vez. Porque encontró un premio a su sacrificio yendo a buscar esa pelota fundamental que le abrió el bosque a su equipo. Porque una y otra vez se levantan desde la platea para ovacionarlo de pie. Porque se lo merece y se celebra. Porque es el claro ejemplo de que hay que esperar a los jugadores que quieren demostrar su valía. Papa hoy es ejemplo y hay que seguirlo.
Porque además, todos se contagiaron de todos. Zapata con la cinta en el brazo pareció tener el su espíritu de lucha potenciado con el de Somoza que había abandonado el campo de juego. Porque Nico Cabrera sin estar en su plenitud física, va y va e intenta jugar. Porque esta vez en el fondo hubo mentalidad ganadora, desde Barovero hasta Papa, y viceversa. Porque necesitó tan solo de cinco minutos de furia encendida para liquidar el encuentro, aún con todas las jugadas en contra, y la mala suerte que lo perseguía caníbal de su ilusión.
Por todo esto Vélez; a seguir luchando, Fortín. Esta es tu entrega y tu lucha sin la necesidad de llegar a momentos límites como para que aparezca. Esta victoria alimenta la balanza de la confianza y renueva el crédito que se lo quita y saca el mismo Vélez. Respirar, dar de nuevo y respirar.
Quizás haya llegado el momento en que este grupo de hombres dará por aprendida la lección. Tal vez, tanto golpe sufrido lo ayude a levantar más que los brazos para seguir peleando. Vélez no está muerto, o por lo menos eso fue lo que demostró en una ráfaga de fútbol por la noche de Liniers. Vélez sigue vivo, mientras decida vivir; mientras no atente contra su integridad creyente; mientras repita la entrega, el amor propio, la valentía de esta noche y olvide los fantasmas que hicieron fiesta en la tarde que nunca debió existir.
Respirar…
(Prensa Vélez – Villa Olímpica).
Desahogarse. Sacarse un peso de encima, uno bien grande. Quitarle presión a una olla que alcanzó su punto máximo de ebullición el pasado sábado cuando una derrota más se consumaba en el haber de este equipo que pretende más y volaba poco en este Apertura.
Arrancarse la mufa. Esa misma que pareció perseguirlo en el arranque nomás del encuentro al cobrarse una víctima preciada, cuando Leandro Somoza (capitán y emblema de este Vélez) dejaba el campo de juego con una lesión a cuestas de la que minutos más tarde, se confirmaría su potente gravedad.
Cortar la mala suerte. Esa que le negó tantas veces el gol que se ahogaba una y otra vez ante el cuerpo de la Anguila Gutiérrez o con el travesaño, con un preciso remate de Nicolás Cabrera.
Apagar voces y encender aplausos. Contra todo esto tuvo que lidiar este equipo de Hugo Tocalli para revertir la última imagen brindada, potenciada por la sequía de puntos que le recolecta. Una tarea que no fue fácil, pero que llegó como una bocanada de aire fresco para los pulmones de una salud desgastada por la falta de aciertos, por la suma de errores.
Por la entrega sagrada de Leandro Somoza; ese que dejó su pierna desde el arranque para demostrar que Vélez está entero. Porque sin él va a ser menos fácil; pero su confianza y su ejemplo contagiará a todos y encontrará en Emiliano Papa a su heredero preciado.
Porque Papa viene demostrando el motivo por el cual Vélez se fijó en él; porque con sus repentinas y constantes corridas por el sector izquierdo le pegó un cachetazo al exitismo impaciente del hincha que lo reprobó más de una vez. Porque encontró un premio a su sacrificio yendo a buscar esa pelota fundamental que le abrió el bosque a su equipo. Porque una y otra vez se levantan desde la platea para ovacionarlo de pie. Porque se lo merece y se celebra. Porque es el claro ejemplo de que hay que esperar a los jugadores que quieren demostrar su valía. Papa hoy es ejemplo y hay que seguirlo.
Porque además, todos se contagiaron de todos. Zapata con la cinta en el brazo pareció tener el su espíritu de lucha potenciado con el de Somoza que había abandonado el campo de juego. Porque Nico Cabrera sin estar en su plenitud física, va y va e intenta jugar. Porque esta vez en el fondo hubo mentalidad ganadora, desde Barovero hasta Papa, y viceversa. Porque necesitó tan solo de cinco minutos de furia encendida para liquidar el encuentro, aún con todas las jugadas en contra, y la mala suerte que lo perseguía caníbal de su ilusión.
Por todo esto Vélez; a seguir luchando, Fortín. Esta es tu entrega y tu lucha sin la necesidad de llegar a momentos límites como para que aparezca. Esta victoria alimenta la balanza de la confianza y renueva el crédito que se lo quita y saca el mismo Vélez. Respirar, dar de nuevo y respirar.
Quizás haya llegado el momento en que este grupo de hombres dará por aprendida la lección. Tal vez, tanto golpe sufrido lo ayude a levantar más que los brazos para seguir peleando. Vélez no está muerto, o por lo menos eso fue lo que demostró en una ráfaga de fútbol por la noche de Liniers. Vélez sigue vivo, mientras decida vivir; mientras no atente contra su integridad creyente; mientras repita la entrega, el amor propio, la valentía de esta noche y olvide los fantasmas que hicieron fiesta en la tarde que nunca debió existir.
Respirar…
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