Buenos Aires, Sábado 25 de octubre de 2008.
(Prensa Vélez – Estadio José Amalfitani).
Decime que esta tarde nunca existió. Mentime sobre el resultado que cayó como una bomba en Liniers, haciendo pedazos la ilusión. Haceme creer que esto es sólo un mal sueño y que al despertar, al abrir los ojos cansados, la realidad es otra. O tal vez no digas nada; quizás no haya mucho por decir cuando suelen no encontrarse las palabras que uno teme repetir.
Vélez se quedó definitivamente afuera del campeonato. Esta afirmación, para muchos resultará ser una obviedad; pero para los que mantenían esa luz de esperanza, ese hilo de soñar que todo puede cambiar, comienzan a despertarse en estos instantes.
Porque Vélez esta tarde hizo los méritos suficientes como para arrancarle la fe hasta el más fanático creyente de esta religión de V en el pecho. Porque este equipo comandado por Tocalli y ejecutado por los jugadores, estuvo años luz de ser lo que realmente es. Por eso duele.
Duele más allá de los tres goles; duele porque no hay respuestas, porque el corazón se seca y muere defraudado. Duele porque este Vélez se fabrica su propia cárcel, se coarta la libertad, se maniata los sueños, se impide volar. Duele porque Vélez no se merecía una tarde así; soleada por fuera, tormentosa por dentro. Duele y es esa clase de dolor que no se sana fácilmente.
En la previa del partido, hubo cambio de arqueros pensando que esa iba ser la solución a tanta merma defensiva de las últimas puestas en escena dentro de este drama que se ha convertido el Apertura para Vélez. Sin embargo, se volvieron a cometer los mismos errores en la última línea que te dejan mordiendo el pasto de la bronca, una vez más con las manos vacías. Vuelvo a preguntarte una y otra vez, ¿Qué te pasa Vélez?.
No llegan las respuestas, cuando el técnico rival tapa inteligentemente la salida de este equipo, poniendo hombres delante de Somoza y de Papa. Se acabó el fútbol de Vélez, mientras se piensa en la variante y se pasan como si nada 45 minutos. Porque es tanta la importancia del capitán que si no está en su mejor día Vélez lo sufre; aún así y todo suple con entrega. Porque igualmente Emiliano Papa con un corazón inmenso se las ingenia para salir disparado desde su lateral y con amor propio (lo que le faltó en demasía hoy) generaba las mejores del equipo. Pero estaba solo. Así pasó el primer tiempo, entre dudas defensivas, tibieza de mitad de cancha hacia delante y desconcierto generalizado que derivó en el segundo tanto de Ramírez, cuando se apagaba el tiempo. Un primer diagnóstico para un Vélez que padece una enfermedad extraña y desconocida a la cual cuesta buscarle una cura.
Porque no se explica cómo sale después a dejar todo en el complemento, apurado, nervioso e impaciente; jugando al ritmo de la gente; con rabia, indiferencia y voluntad cuando podría haberlo hecho mucho antes ante un rival que de un soplido le levantaban el acta de defunción de todos los partidos que llevaba sin ganar en este campeonato. Porque es verdad, Vélez fue a buscarlo desesperado en la continuación al primer tiempo, con el regreso de Roberto Nanni, con más gente en ataque, con algunas más situaciones, con muchas ideas menos. Así entró al ritmo de Colón, que jugaba con el reloj del partido ajustando su muñeca; mientras un jugador caía tras otro simulando una lesión que no existía. Porque sobre llovido inundado, cuando el Sabalero metía el tercero y una vez más Mohamed incitaba a la violencia con gestos desmedidos hacia la parcialidad velezana.
La reprobación de la gente aún quedará dando vueltas por el ya desolado Amalfitani. Actuaciones como estas te golpean el ánimo, te dejan con la boca seca y con un aire para respirar tan espeso como harina.
Hoy Vélez fue una sombra de lo que realmente es, de que lo supo construir. Hoy cuesta más que nunca encontrarle un hilo de cordura a tanto desvarío. Preguntas inconclusas, mirada perdida. ¿Qué te pasa Vélez?... ¿Qué te pasa?... Decime que esta tarde nunca existió.
(Prensa Vélez – Estadio José Amalfitani).
Decime que esta tarde nunca existió. Mentime sobre el resultado que cayó como una bomba en Liniers, haciendo pedazos la ilusión. Haceme creer que esto es sólo un mal sueño y que al despertar, al abrir los ojos cansados, la realidad es otra. O tal vez no digas nada; quizás no haya mucho por decir cuando suelen no encontrarse las palabras que uno teme repetir.
Vélez se quedó definitivamente afuera del campeonato. Esta afirmación, para muchos resultará ser una obviedad; pero para los que mantenían esa luz de esperanza, ese hilo de soñar que todo puede cambiar, comienzan a despertarse en estos instantes.
Porque Vélez esta tarde hizo los méritos suficientes como para arrancarle la fe hasta el más fanático creyente de esta religión de V en el pecho. Porque este equipo comandado por Tocalli y ejecutado por los jugadores, estuvo años luz de ser lo que realmente es. Por eso duele.
Duele más allá de los tres goles; duele porque no hay respuestas, porque el corazón se seca y muere defraudado. Duele porque este Vélez se fabrica su propia cárcel, se coarta la libertad, se maniata los sueños, se impide volar. Duele porque Vélez no se merecía una tarde así; soleada por fuera, tormentosa por dentro. Duele y es esa clase de dolor que no se sana fácilmente.
En la previa del partido, hubo cambio de arqueros pensando que esa iba ser la solución a tanta merma defensiva de las últimas puestas en escena dentro de este drama que se ha convertido el Apertura para Vélez. Sin embargo, se volvieron a cometer los mismos errores en la última línea que te dejan mordiendo el pasto de la bronca, una vez más con las manos vacías. Vuelvo a preguntarte una y otra vez, ¿Qué te pasa Vélez?.
No llegan las respuestas, cuando el técnico rival tapa inteligentemente la salida de este equipo, poniendo hombres delante de Somoza y de Papa. Se acabó el fútbol de Vélez, mientras se piensa en la variante y se pasan como si nada 45 minutos. Porque es tanta la importancia del capitán que si no está en su mejor día Vélez lo sufre; aún así y todo suple con entrega. Porque igualmente Emiliano Papa con un corazón inmenso se las ingenia para salir disparado desde su lateral y con amor propio (lo que le faltó en demasía hoy) generaba las mejores del equipo. Pero estaba solo. Así pasó el primer tiempo, entre dudas defensivas, tibieza de mitad de cancha hacia delante y desconcierto generalizado que derivó en el segundo tanto de Ramírez, cuando se apagaba el tiempo. Un primer diagnóstico para un Vélez que padece una enfermedad extraña y desconocida a la cual cuesta buscarle una cura.
Porque no se explica cómo sale después a dejar todo en el complemento, apurado, nervioso e impaciente; jugando al ritmo de la gente; con rabia, indiferencia y voluntad cuando podría haberlo hecho mucho antes ante un rival que de un soplido le levantaban el acta de defunción de todos los partidos que llevaba sin ganar en este campeonato. Porque es verdad, Vélez fue a buscarlo desesperado en la continuación al primer tiempo, con el regreso de Roberto Nanni, con más gente en ataque, con algunas más situaciones, con muchas ideas menos. Así entró al ritmo de Colón, que jugaba con el reloj del partido ajustando su muñeca; mientras un jugador caía tras otro simulando una lesión que no existía. Porque sobre llovido inundado, cuando el Sabalero metía el tercero y una vez más Mohamed incitaba a la violencia con gestos desmedidos hacia la parcialidad velezana.
La reprobación de la gente aún quedará dando vueltas por el ya desolado Amalfitani. Actuaciones como estas te golpean el ánimo, te dejan con la boca seca y con un aire para respirar tan espeso como harina.
Hoy Vélez fue una sombra de lo que realmente es, de que lo supo construir. Hoy cuesta más que nunca encontrarle un hilo de cordura a tanto desvarío. Preguntas inconclusas, mirada perdida. ¿Qué te pasa Vélez?... ¿Qué te pasa?... Decime que esta tarde nunca existió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario