Una nueva estrella...Liniers.-

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lunes, 31 de agosto de 2009

Cuando América se rindió a tus pies

Este lunes, se conmemora el 15º Aniversario de la obtención por primera vez en la historia de Vélez Sarsfield de la Copa Libertadores de América en 1994. Galardón soñado que pocos han podido conseguir, hoy brilla en las vitrinas del Grande de Liniers.

“Vélez Sársfield es el campeón de América. Corren cuerpos azules en la noche oscura de San Pablo. Corren cuerpos azules por la cancha. Dan la vuelta olímpica y se tiran encima unos de otros...[...]” Esos cuerpos azules resplandecían desbordantes de gloria recorriendo el terreno en el que unos minutos antes dejaban en el césped muestras caras en precio alto de sudor, sacrificio, garra, coraje y esfuerzo. Ese mismo recinto que poco a poco se empapaba en llanto desmedido de corazones alucinados velezanos de pasión y júbilo. Ahí se cruza abriendo un surco en el orgullo brasilero Roberto Trotta, dejando flamear en el aire del Morumbí una bandera celeste y blanca, daga certera y precisa portando ese cuerpo azul con una V blanca grabada a fuego sobre su pecho, esa cinta verde apretando su brazo izquierdo. Miralo al “Negro” Molina!, ofrendando su toalla al cielo sumido en el sentimiento inexplicable que se lleva adentro y que no podía parar, abriendo sus brazos entre el remanso y la locura desenfrenada intentando buscar un abrazo amigo. Todos esos cuerpos azules que comulgaban un mismo idioma sagrado, el de la vuelta olímpica.

“[...] Se vuelven los que habían empezado una especie de corrida, de vuelta olímpica, para confundirse en un abrazo con los que milagrosamente han salido del banco de suplentes y habían ingresado al terreno para la definición...[...]”
Las voces quebrantadas por el llanto incontenible que forcejeaba con el lagrimal que se dejaba vencer sin apuros. La noche era nuestra y se dejaba acunar. Desesperado pasa el Tito Pompei gritando ensangrentado su balón que después de darle un beso al travesaño, caprichoso se acomodó para morir en el fondo de la red y encender el fuego eterno de una historia que siempre brillará en la retina, que siempre tendrá un sabor dulce en el paladar. El Chila, perdido en la constelación de estrellas que invitaba a vestirse la misma noche, emotivo y personal como él sólo lo puede alcanzar; grande, grande y más grande, enorme de verdad. Vení Turquito!, abrazate a la copa como un chico y no la sueltes nunca más, nadie te la va a sacar. Mientras Carlitos solitario con la celosa y única compañía de su felicidad daba los pasos solitarios de una vuelta más en la inmensidad de la hazaña consumada. Esas más de dos mil quinientas almas fortineras confundidas en el éxtasis, alucinadas por la gloria, perdidas en la noche.
“[...] Liniers, Villa Luro, Versalles, Mataderos. A todos los barrios que tienen que ver con Vélez saludamos. A los cien barrios porteños saludamos. A los mil pueblos argentinos saluda Vélez Sársfield en esta conquista clamorosa, en este cierre de un ciclo verdaderamente excepcional que abre el rumbo para grandes conquistas... [...]”
Esas grandes conquistas que llegaría de la mano de esta única e incomparable sensación. Esas estrellas que hoy relucen y enaltecen la divisa velezana, la insignia madre por la que ellos dejaron el alma, por la que día a día dejamos la piel y la vida. Porque esas conquistas expandieron la frontera del sentimiento, en cualquier rincón del país, en algún lugar de la Argentina, desparramando el alma por toda América latina, encendiendo la esperanza alrededor del mundo. Porque por ese ayer, Vélez Sársfield hoy se escribe en varios y tantos idiomas, esos límites del lenguaje que sólo la gloria envuelta de fútbol sabe romper.
“[...] Gracias a Vélez el fútbol argentino recupera su sonrisa. Gracias a Vélez Sársfield el fútbol argentino recupera la Copa Libertadores de América!” *
Gracias a Vélez Sársfield el orgullo tiene razón de ser. Gracias a Vélez el amor tiene correspondencia y descendencia. Porque gracias a Vélez Sársfield el sentimiento tiene nombre y apellido... cuando América se rindió a tus pies.

Carlos Alberto Martino.

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